El joven al que un "motochorro" le desintegró la yugular de un balazo

Walter Medrano es un sobreviviente de un asalto a un cyber del barrio San Isidro Labrador. Aunque entregó los 200 pesos y las monedas que tenía en la caja, un "motochorro" le pegó un tiro en el cuello. Los especialistas del Hospital Regional que lo atendieron aún no entienden cómo es que aquel plomo calibre 22 que ingresó debajo de su mentón izquierdo y que culminó su recorrido en el pulmón, no le dañó el corazón. Estuvo cuatro días en terapia intensiva y logró recuperarse. El delincuente, que actuó en todo momento con un casco puesto -modo similar al utilizado por el homicida impune del cabo Nelson Godoy dos meses antes en una estación de servicio- nunca logró ser identificado.
El joven que ingresó a "Cyber Com", ubicado en Kennedy 2.200 del barrio San Isidro Labrador, nunca se quitó el casco que daba a entender que tenía su moto estacionada cerca, tal vez allí, sobre la vereda. Eran las 18:15 del viernes 14 de setiembre de 2012 y empuñaba un revólver calibre 22. Exigió la recaudación con premura, gritando. Primero le apuntó a un niño que estaba sentado frente a una de las computadoras del ciber.
Walter Medrano, que trabajaba en el lugar, lo trató de serenar. No temía a la muerte, pero sí que el delincuente le hiciera daño a alguno de los niños que estaban a esa hora en el local. Les tenía afecto a los chicos, casi todos parte de una comunidad en la que todos comparten conocimientos informáticos.
Walter era un joven fornido y de gran estatura que intimidaba con su sola presencia. Tenía lo que se llama "barrio" y trató de tranquilizar al ladrón al que lo notó nervioso. Le explicó que toda la plata se la había llevado recién el dueño del local. Incluso le abrió la caja registradora para que viera que no le estaba mintiendo.
El ladrón tomó los 200 pesos y aún nervioso se llevó hasta las monedas. Pareció enfurecerse al no encontrar más plata, por lo que le pidió a Walter que le abriera el cajón de abajo del mostrador. Tal vez creyó que allí había más efectivo, pero solo se encontró con más juegos de computadora: una gran pila de compactos apilados.
Walter de ahí en más no se acuerda mucho. Siente como un golpe en el cuello. Pero es un plomo de calibre 22 que le ingresa debajo del mentón sobre el lado izquierdo, por algunos centímetros debajo de la oreja; le destroza la yugular externa e ingresa a su cavidad torácica. El proyectil recorre su cuerpo y se deposita en el pulmón. Walter queda consciente por algunos segundos antes de desvanecerse por completo. Mientras lo hace observa cómo el delincuente una vez que dispara trata de salir corriendo.
Torpe, el ladrón choca con el mostrador, las sillas y las computadoras donde están las otras víctimas del robo. Todo se convierte en un aquelarre. El ladrón huye con su magro botín y deja a Medrano convaleciente.
Walter cree que el ladrón se asustó al verlo mucho más grande que él. Es la única razón que encuentra al preguntarse por qué le disparo. El delincuente no medía más de 1,68 metros y prácticamente lo ejecutó a quemarropa.
Casi cuatro años después, Walter está convencido de una cosa. Que ese día había tres ángeles que lo cuidaron. Primero los dos especialistas médicos que llegaron en menos de un minuto porque estaban solo a unas cuadras del lugar.
Uno de los clientes del ciber persiguió al delincuente que escapó por Cerro Chenque en su moto, hasta que lo perdió de vista cuando dobló en Lisandro de la Torre.
YUGULAR DESTROZADA
Walter fue internado en la sala de terapia intensiva del Hospital Regional. Durante cuatro días peleó por su vida. El plomo había hecho estragos en uno de sus pulmones. Los especialistas no entienden cómo es que en ese viaje de la bala del cuello al pulmón no haya dañado el corazón. Lo atribuyen a un verdadero milagro, dice Walter. Le intentaron reconstruir la yugular externa con otras venas de la zona de la cadera, pero no pudieron.
Después de una semana Walter recuperó el alta médica. A su lado estuvieron su familia y tres de sus amigos inseparables. No se movieron de su lado, hasta que salió del nosocomio.
Desde entonces, el 14 de setiembre para Walter es otro día de cumpleaños. Es creyente y sostiene que se salvó por obra de Dios. La zona le quedó muy sensible. La marca no lo hará olvidar de por vida que por allí entró un proyectil, pese a que no le de mucha importancia a lo que le dijeron después los médicos respecto de que no hiciera mucha fuerza. Medrano hace su vida normal. Incluso hasta luego de ello trabajó en una mina de oro. Sin embargo, ese trabajo no era para él. Hijo de Samuel Medrano, linotipista, armador y fotógrafo de El Patagónico ya fallecido, Jorge hoy regala sonrisas a los cientos de clientes que lo consultan por distintos problemas en su teléfono celular en un local de 9 de Julio al 800.
Una mujer le pide explicaciones acerca de un moderno aparato. Con toda paciencia, este sobreviviente le explica una y otra vez los pasos a seguir. Le repara el celular con algunos movimientos rápidos de sus dedos. Baja una aplicación y le explica cómo utilizarla. ¿El costo? "No señora, no es nada".
Jorge se dejó la barba para cubrir esa cicatriz en una zona que ha quedado por demás sensible al contacto. No guarda rencor, ni tiene miedo. No se pone a pensar si le puede ocurrir nuevamente enfrentarse a una situación similar.
Nadie pudo reconocer al "motochorro" porque en ningún momento dejó ver el rostro. Lo mismo que hizo el homicida del cabo Nelson Godoy cuando le disparó el 20 de julio de 2012, dos meses antes de que asaltaran a Medrano. Hay que recordar que el condenado en primera instancia, Bruno Díaz, fue absuelto luego por la Cámara de Apelaciones por el beneficio de la duda ya que ni en los videos, ni en los reconocimientos, alguien pudo verle el rostro.
Desde la Seccional Cuarta de Policía informaron que la causa de Medrano está archivada en un depósito de la dependencia del Quirno Costa. La Fiscalía tampoco cree que pueda surgir alguna novedad que lleve al delincuente. Es más, nunca llamó a Walter para compartir con él el estado de la causa. Y eso que pasaron casi cuatro años de la agresión.
Cuando lo revisó un forense, le dijo algo que a Walter lo hizo replantearse el sentido de justicia y dejar de interesarse por la persecución penal. Lo de él no encuadraba en una tentativa de homicidio porque el balazo no fue directo a la cabeza. Así que interpretó el mensaje como si le hubieran dicho: "agradezca que tuvo la suerte de salvarse".

"NO DEJARSE VENCER"
"¿Tenés esta pantalla?" le pregunta una mujer a Walter señalando su celular. Medrano le explica que sí, le dice el costo, qué es lo que le conviene y la mujer se va satisfecha. Sus jefes le inculcaron el servicio a la comunidad. El aparato ingresa a revisión y no se cobra el análisis. Ceba un mate y consulta en la computadora sobre algunos proveedores. Termina de acomodar unas nuevas carcazas de celulares que llegaron y deja asentado algunos pedidos de clientes.
Medrano trabaja incansablemente. Cuando sale para ir a comer, se dedica a cuidar a su madre que tiene problemas de salud. Está contento. Comparte con Letra Roja su felicidad. Junto a su pareja esperan un bebé. En su cabeza solo existe la posibilidad de trabajar para progresar. La batalla a la delincuencia la ganó bajo un lema: "No dejarse vencer".
Estudió Química en la Universidad hasta que falleció su padre. Le gustan las ciencias exactas, la informática. Lee mucho a través de la computadora. Es fanático del juego en línea "World of Tanks".
Entiende que "somos nuestro propio enemigo". Por eso hoy prefiere sacarle una sonrisa a un cliente, con algún comentario que considera oportuno, y hacerlo sentir bien. Su premisa es ofrecer respeto y no elegir el rencor; tampoco el miedo.

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