El año pasado, el Pentágono creó la Oficina de Resolución de Anomalías en Todos los Dominios (AARO, su sigla en inglés), encargada de investigar fenómenos aéreos no identificados.
Su director, Sean Kirkpatrick, sostuvo en un informe publicado en marzo, elaborado junto con el astrónomo de la Universidad de Harvard Avi Loeb, que algunos de los objetos, que parecen desafiar todas las leyes de la física, podrían ser sondas alienígenas.
Sería el caso del objeto interestelar Oumuamua, descubierto en 2017, que generó debates en la comunidad científica, dejando perplejos a todos por la falta de pruebas concluyentes acerca de su origen y naturaleza.
A diferencia de los asteroides o cometas, Oumuamua tiene una forma extremadamente plana y se alejaba del Sol sin dejar atrás una cola de gas y polvo, lo que dio lugar a la posibilidad de que se tratara de un objeto artificial.
Su comportamiento resultó ser similar al de otro objeto, detectado después, que era era artificial a ciencia cierta: se trataba del cohete propulsor Centaur de la misión Surveyor 2 del siglo pasado, bautizado como 2020 SO.
En opinión de Kirkpatrick y Loeb, Oumuamua sería una nave nodriza extraterrestre que envía a la Tierra sondas para la exploración científica, parecida a las misiones exploratorias de la NASA.