-Perito: ¿Piensa usted, que tiene derecho a matar niños?
Godino: No soy el único, otros también lo hacen.
-Perito: ¿Por qué mataba usted a los niños?
Godino: Porque me gustaba.
"Era un marqués de Sade. Utilizaba, a falta de colmillos de antropófago, un enorme clavo de hierro, que actualmente se exhibe en el Museo Policial. Introducía ese clavo de 20 centímetros en la frente, o en los ojos, o en los oídos de las criaturas. Luego, con un adoquín, martillaba el clavo hasta hundirlo en la masa encefálica. ¡Un monstruo!", lo describiría el periodista Juan José Soiza Reilly en una publicación de "Caras y Caretas" en 1933. Se trataba de Cayetano Santos Godino, uno de los primeros asesinos seriales de la historia criminal argentina, conocido mundialmente como "El petiso Orejudo".
El diálogo corresponde a una entrevista que le realizaron los peritos en el hospicio de Las Mercedes, luego de haber confesado el homicidio de al menos tres niños entre 1906 y 1912 en la ciudad de Buenos Aires. Aunque se le adjudican cuatro homicidios, solo uno de ellos, él último, fue el más documentado.
Godino había nacido el 31 de octubre de 1896 en un conventillo de la calle Dean Funes al 1.000, entre Parque Patricios y Almagro. Creció junto a sus ocho hermanos y fue severamente castigado desde pequeño por Fiore Godino, su padre alcohólico y sifilítico que le llegó a provocar 27 cicatrices en el cuerpo.
De un 1,61 y grandes orejas, encajaba perfecto en la teoría de Cesare Lombroso, que intentó explicar a través de sus análisis que había grupos humanos condicionados por anomalías en su cuerpo que los guiaban al delito.
Por sus conductas, en su momento a Godino lo consideraron un "imbécil", un "alienado mental", un "sádico", un menor "inadaptable" o "degenerado irresponsable". Como dice el periodista Osvaldo Aguirre, el asesino ideal que buscaba la psiquiatría y criminología de la época, "el degenerado". Lo cierto es que a principios del Siglo XX nadie supo qué hacer con él. No había institución que abordara sus trastornos de personalidad. Los peritos de la época incluso hasta le operaron las orejas pensando en que allí radicaba su maldad.
El joven que se alcoholizaba desde niño y simulaba crisis epilépticas para evitar castigos, mataba y decapitaba pájaros a los que mutilaba pinchándole los ojos y los escondía debajo de su cama. Cuando su padre encontró los animales muertos, lo denunció ante la Policía. Pedía que lo recluyesen donde fuese por el tiempo que sea necesario. Así llegó al reformatorio de menores de Marcos Paz.
PIROMANO Y ASESINO
Godino era un piromaníaco al que le gustaba ver cómo los bomberos caían en las llamas. Entre los 7 y 8 años ya provocaba incendios en corralones de materiales y hasta se atrevió a quemar viva el 7 de marzo de 1912 a Reina Bonita Vainicoff (5) que finalmente falleció días después a causa de las quemaduras.
El homicidio que nunca se le pudo probar fue el de 1906 de Maria Rosa Face (2). Como no la habría podido matar, la habría enterrado viva en un baldío. Él mismo contó el episodio muchos años después. En el lugar ya se había construido una casa.
En setiembre de 1908 intentó ahogar a un niño en un sumidero. El 25 enero de 1912 el cuerpo de Arturo Laurora, un niño de 3 años, fue encontrado en una casa abandonada de la calle Pavón 1.541. Estaba golpeado y semidesnudo, con un trozo de piolín atado en el cuello y golpeado con una varilla. Godino se adjudicó años más tarde el crimen pero después lo negó rotundamente.
El 8 de noviembre de 1912 en un descampado intentó estrangularlo con el piolín de sus pantalones al pequeño Roberto Russo, de dos años. En total fueron siete los niños los que se salvaron de que los matase, según los registros.
El 3 de diciembre de 1912 mató a Gerardo Jesualdo Giordano, de 3 años. Ese homicidio es el más documentado. Giordano lo acompañó hasta la quinta Perito Moreno, donde hoy funciona el Instituto Bernasconi y allí lo inmovilizó. Tomó el piolín y le dio más de una docena de giros en el cuello. Buscó un clavo por las inmediaciones para clavárselo en la cabeza y encontró al padre del niño preocupado por su hijo; le dijo que lo buscara en la comisaria. Volvió y le introdujo al niño el clavo en la cabeza con un adoquín. Lo tapó con unas chapas y se alejó. Horas después Godino fue al velorio y allí le acaricio la cabeza a su víctima.
El 4 de diciembre de 1912 fue detenido por la Policía. Fue recluido en el hospicio de Las Mercedes en donde intentó envenenar a un paciente, estrangular a un paralitico y a un postrado.
En 1923 fue trasladado a la cárcel de Ushuaia, donde antes de ser entrevistado por Soiza Reilly en 1933 mató a dos gatos que los penados del presidio alimentaban. Les quebró el espinazo. Le pegaron tanto que lo mandaron al hospital durante 20 días. Al periodista le confesó que no aprendió ningún oficio en la cárcel y que padecía una enfermedad mental que le impedía memorizar. Soñaba con que le dieran la libertad por extinción de pena.
El petiso se convirtió en leyenda tras morir el 15 noviembre de 1944, a causa de una hemorragia interna. El mito siguió con los años con diferentes versiones de su muerte. Sus huesos desaparecieron del cementerio antiguo y hasta se dijo que un jefe carcelero utilizaba su fémur como un pisapapeles.
En la cárcel hoy convertida en un museo hay un muñeco de yeso con su figura. El historiador Leonel Contreras en su nuevo libro abona la hipótesis de que la muerte del niño Laurora estuvo en manos de una red de pedofilia, tal como investigaba en un primer momento la Policía, y que tras adjudicarle el homicidio a Godino nació la leyenda.
"Un siglo después seguimos buscando en el Petiso Orejudo una pista para comprender el horror y la fascinación que nos produce la maldad infantil" supo escribir alguna vez Javier Sinay. La historia del niño torturador de niños se quedará por siempre entre nosotros.
-Perito: ¿Con que objeto fue usted a la casa del niño Giordano el mismo día que lo mato?
Godino: Porque sentía deseos de ver al muerto.
-Perito: ¿Con que objeto le tocó usted la cabeza al muerto?
Godino: Para ver si tenía el clavo.
- 28 agosto 2016