El policía que venció las heridas durante el asalto a "Hottys"

El 16 de febrero de 2010 el cabo Hugo Orlando Yapura enfrentó a tres asaltantes en el restaurante de Yrigoyen al 900 donde había ido a cenar con su mujer. Pablo "Chipi" Rodríguez lo baleó por la espalda y cuando escapaba volvió para rematarlo ya en el suelo. Antes, otro de los ladrones le había disparado en el antebrazo. Pero Yapura sobrevivió a esos cuatro tiros y a otros dos enfrentamientos armados posteriores. Este sobreviviente hoy le cuenta su historia a Letra Roja.
Milagros hace unos días atrás le preguntó a su padre Hugo por qué lleva ese nombre. Y los recuerdos, sentimientos e imágenes de aquella noche vinieron a la memoria de él: el ardor del plomo que entra al cuerpo y quema; el olor a las hamburguesas, delincuentes encapuchados, un arma plateada, un ladrón que pide billeteras, gritos, estruendos, la confusión y la sangre que empapa el cuerpo.
También volvió a recordar aquella impotencia, sus dedos paralizados por un balazo, la huida de los ladrones, la bronca masticada y la sensación a que la muerte estaba cerca; la espera, la camilla del hospital, los médicos buscando las balas en la espalda, la recuperación y el aguante de sus compañeros.
Todo vuelve a la memoria de Hugo con sólo pensar el nombre de su hija. También lo del ascenso que nunca llegó, promesas de jefes olvidadizos y comunicaciones fallidas.
Pero el nombre Milagros lo hace volver en el tiempo al recuerdo más bonito, el que más le gusta, el día en que su mujer, Brenda Macías, le dijo que iba a ser papá. En ese momento pensó en el nombre indicado para su niña. Sólo por ello estaba vivo. Y sólo por ella seguiría en pie, de eso estaba seguro.
Milagros hoy está por cumplir cinco años. Y le llama mucho la atención las marcas que tiene su padre en la espalda. "Fueron unas personas malas que le dispararon a papá", le cuenta Hugo.

EL ASALTO
Es medianoche del martes 16 de febrero de 2010. Hugo invitó a Brenda, la cabo primero que conoció en la Seccional Séptima, a comer al restaurante Hottys. Están saliendo y sus compañeros le hicieron saber que las hamburguesas de ese restaurante frente al Hospital Regional son buenas. Se sentaron en una mesa cerca de la puerta de ingreso. Afuera pasan los autos. En otras mesas hay otros dos comensales: una enfermera y un médico del nosocomio.
Brenda quedó mirando hacia la cocina. En la caja atienden dos empleadas. Hugo y Brenda están de civil; no llevan uniforme porque están de franco. Las pistolas las llevan en la cartera.
Cuando un encapuchado ingresó le pareció extraño. Pero cuando detrás entró un segundo, también encapuchado, se dio cuenta de que se trataba de un robo. No tardó en aparecer un tercer delincuente que se ubicó en la puerta con una pistola plateada en la mano. Ese llevaba pasamontaña y hacía de "campana". Miraba para la calle y hacia adentro. Medía 1,65 metros y vestía un buzo blanco con capucha. A él Hugo no le sacó los ojos de encima.
El primer ladrón se dirigió al sector de cajas y lo perdió de vista. Ese era Pablo Miguel "Chipi" Rodríguez. Vestía buzo verde con capucha, pantalón negro con bolsillos a los costados y un pañuelo rojo que cubría su rostro. Y las medias blancas con líneas las tenía puesta arriba de la botamanga.
El que entró detrás era delgado y más bajo que Rodríguez. Vestía un buzo con capucha gris y jean con un dibujo en una de sus piernas. También llevaba puesto un pañuelo rojo en la cabeza, mientras se cubría la cara con un pañuelo blanco.
"Chipi" le exigió el dinero a una de las empleadas, para lo cual se trepó arriba del mostrador. El segundo pedía billeteras y relojes. Cuando le exigió las pertenencias a Yapura, Hugo le pidió el arma por debajo de la mesa a su mujer; se identificó como policía y el que pedía las billeteras salió corriendo. El de la puerta le apuntó y desató el infierno.
Hugo le pidió que tirara el arma. Pero lejos de hacerle caso, el delincuente le disparó a media altura y le pegó en el antebrazo con el que mantenía en alto la pistola.
"Veo el fogonazo del tipo que me tira. Y no me doy cuenta si me pegó o no" recuerda. Yapura efectuó dos disparos hacia la puerta, a una altura baja, y buscó cobertura en la salida.
En ese momento pensó en poner a resguardo a los otros comensales. En el curso de Policía le habían enseñado que no había que poner en riesgo a terceros. Quería que el tiroteo continuara afuera. El disparo le inmovilizó los dedos, pero de todas maneras siguió a los dos delincuentes.
Mientras salía, se olvidó del delincuente que había quedado adentro. Era Rodríguez, el más peligroso, el que no dudó un segundo en disparar cuando tenía al policía de espalda. A traición. Sin piedad. Brenda tomó su arma y trató de salir al encuentro de "Chipi" entre las mesas. Pero la posibilidad de herir a los otros presentes la hizo dudar. "Chipi" le disparó desde lejos a Hugo y luego se acercó y le volvió a pegar otro tiro en la espalda.
Hugo no entendía cómo era que los estampidos sonaban si el ladrón que perseguía no disparaba. Cuando el segundo balazo entró muy cerca de su columna vertebral, se desvaneció y se le fue la visión. Recién en ese momento, se dio cuenta de que había un tercero que había olvidado y que lo había sorprendido por la espalda.
Yapura cayó en la vereda de ingreso al restaurante. Con la mano entumecida no podía manipular el arma. Rodríguez lo tenía a su merced. Al verlo tirado no se conformó con los dos disparos que le había dado en la espalda, por lo que antes de escapar volvió y lo intentó rematar en el suelo. Le disparó a menos de un metro de distancia. Lo ejecutó. Para fortuna de Yapura, el balazo pasó a centímetros de su cabeza e impactó en su hombro derecho.

"SIEMPRE ME TIRARON A MATAR"
"Siempre me tiraron a matar" recuerda Yapura. Es que no podía disparar. El primer balazo le había afectado el nervio cubital que le encogió tres dedos. "Yo me sentía entregado, que mi vida ya había pasado" explica. Sentía la sangre que le corría en la espalda y en la mano. Pensaba en sus padres que estaban en Salta. Los extrañaba. Esos sentimientos dicen que afloran cuando la muerte está cerca. Y Yapura sentía que se moría.
Dos personas lo cargaron y lo llevaron en andas hasta el hospital. Hoy quisiese agradecerles porque le salvaron la vida. En la guardia del nosocomio le sacaron la ropa. Ahí se acuerda que le hicieron placas para ver dónde estaba alojada la bala. Quería que todo se acabara y no sufrir más. Lo anestesiaron y se levantó dolorido. Ya lo habían estabilizado. Estuvo seis meses en recuperación.
Cuenta que el dolor del plomo es muy difícil de explicar. Sentía bronca e impotencia porque los delincuentes se habían logrado escapar. Pero la Brigada de Investigaciones, con el oficial Pablo Carrizo a la cabeza de la investigación, pudo identificar a la banda y detuvieron a Chipi que quedó en prisión preventiva y luego fue internado en el Centro de Orientación Socioeducativa (COSE) de Trelew.
Las autoridades policiales le dijeron a su madre que "lo que hizo su hijo es un acto de arrojo, nos sentimos orgullosos. En el Día de la Policía (7 de diciembre del 2010) va a tener un ascenso". La mujer vendió empanadas para costearse el viaje y estar en el acto. Pero la notificación nunca llegó. Le entregaron un cuadrito entre cuatro paredes. El alud de febrero de ese año también cubrió de lodo su valentía. Quizás el próximo 7 de diciembre Leonardo Bustos -el jefe de Policía que lo tuvo como subordinado en la Brigada de Investigaciones- le dé su reconocimiento y un ascenso extraordinario.

AYUDAR A LA SOCIEDAD
Hugo Orlando Yapura nació en Buenos Aires hace 32 años, pero se terminó de criar en Salta donde vivían sus abuelos. Allí estudió hasta tercer año de abogacía en la universidad pública. Y por raíces él no pudo escaparle a la música. Lleva incorporado el don de la percusión; sabe hacer sonar las cuerdas y disfruta del canto.
Hugo decidió ingresar a la Policía del Chubut cuando tenía 24 años. Pero todo fue fortuito. Cuando terminó de rendir algunos finales, un amigo que vivía en Comodoro Rivadavia lo invitó a pasear al sur. El mar lo despejaba. Todas las tardes, mate en mano, miraba el rompimiento de las olas. Cuando se quedó sin plata, empezó a trabajar en seguridad. En ese momento conoció a un policía que le dijo que se anotara en la Unidad Regional. No tenía muchas esperanzas porque había intentado ingresar a la escuela de suboficiales del Ejército y no lo había conseguido. Cuando volvió a Salta, un día recibió un llamado que le cambiaría la vida. Vendió su batería y se vino a Comodoro para iniciar el curso de agente.
Siempre había soñado con "ayudar a las personas, con estar involucrado y ser buena influencia para la sociedad". Su bautismo de fuego fue la Seccional Séptima. Los homicidios y tiroteos en el Abásolo y en el San Martín estaban a la orden del día a fines de 2009. Debía lidiar con gente dispuesta a todo. El supo forjar su carácter, pero todavía le quedaba mucho por aprender.
Después del tiroteo en Hottys, que tuvo trascendencia nacional, Yapura protagonizó otros dos enfrentamientos armados.Volvió a trabajar en el ya desaparecido Comando Radioeléctrico donde un suboficial lo recibió diciéndole: "a ver si es tan buen policía como todos dicen".
La rutina allí sería muy difícil. Entre la envidia y la falta de compañerismo, Yapura fue llevado por el propio Bustos a la Brigada de Investigaciones. Le destacaba su perseverancia y entusiasmo.
Trabajando en forma encubierta, Yapura realizó una investigación en la que logró llegar hasta una banda que envenenaba perros en Kilómetro 3 y robaba viviendas. Cuando siguieron a un vehículo sospechoso hasta las 232 Viviendas, uno de sus integrantes bajó y les disparó mientras estaba acompañado por otro compañero. Fue la segunda vez que Yapura se salvó de los plomos. Hace tres meses, en tanto, trabajando en la Seccional Tercera, en la avenida Kennedy cuando identificaba a dos automovilistas sospechosos uno corrió y el otro fue reducido por su compañero.
Yapura siguió al sospechoso hasta la calle San Francisco de Asís del barrio San Isidro Labrador. "Se dio vuelta y me sacó un fierro" cuenta. Yapura por tercera vez en su vida estuvo en la mira de un arma de fuego. El sacó la pistola reglamentaria y cargó. Esta vez tenía chaleco antibalas. Le dijo que se tirara al piso si no lo mataba. Es que no soportaba más la posibilidad de verse otra vez frente a un tiroteo. Sintió que no se puede desafiar a la muerte tantas veces.
"Dios te habilita, o no, a disparar porque uno no sabe si puede estar borracho o con sustancias encima y no sabes si lo quiere aceptar" explica el suboficial.
Se trataba del cabecilla de una organización que comercializaba estupefacientes en la zona. Una vez liberado por la Justicia ordinaria, se fue de la ciudad y en la actualidad está prófugo de la Justicia Federal. "Era un tipo pesado" cuenta Yapura.
No le gusta ser un policía rudo, de andar poniendo a los pibes contra la pared, sino que busca que le brinden información. Eso lo llevó a tener cruces con sus compañeros de la Seccional Tercera. Hoy trabaja en la comisaría de General Mosconi.

ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE
A Yapura le gusta quedarse con los buenos recuerdos de su labor. Una madrugada sobre la avenida Chile, salvó la vida de una niña de dos años. Eso será difícil que se lo olvide. Aquella niña descompensada y sin signos vitales, fue trasladada por Yapura en el móvil a toda velocidad. "No me respira, no me respira" le repetía el padre. Yapura maniobró en contramano, pidiendo ayuda a otros móviles para cortar el tránsito y en cinco minutos llegó al Hospital. El agradecimiento de ese padre cuando la niña mejoró fue su única medalla en el corazón.
Recuerda a sus compañeros caídos en cumplimiento del deber como Néstor Manquepán–asesinado el 8 de agosto del 2010 a golpes por Jonathan MoreyraCironi- y a Nelson Godoy–muerto el 21 de julio de 2012, un día después de que intentara repeler un asalto a la estación de servicio 13 de Diciembre-.
"Cuando salgo de mi casa les doy un abrazo y un beso a mi hija y a mi señora y trato de no pensar si voy a volver o no. Hoy en día si salís, no sabes si vas a volver. A veces crees que vas a hacer un allanamiento normal, o a identificar a una persona, y puede pasar cualquier cosa" sostiene.
Yapura hoy participa de una iglesia evangélica en Laprida y da gracias a Dios todos los días por estar con vida. Es un sobreviviente y su historia quizás quedó tapada en su momento por aquel alud de febrero de 2010.
Sabe que a los de azul la realidad de pasar situaciones límite los lleva a vivir siempre con presiones. Confiesa que se le cae el cabello a causa del estrés. "Hay muchos compañeros con certificados, otras que toman la decisión de matarse. No hay compañerismo en la Policía y llegas a sentirte solo; la institución por un lado, la Justicia por el otro" resume Yapura.
Su hija interrumpe la charla con un llamado por teléfono. Le dice que lo ama mucho y que lo extraña. Hace dos horas que tendría que haber llegado a su casa. Milagros lo espera. Como le pasa a cualquier trabajador.

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