Como a esta altura sabrá gran parte de quienes nos leen –y acompañan de distintas formas-, a fines del año pasado el Grupo Indalo decidió soltarnos la mano y concentrar su energía en los medios más conocidos de los que les pertenecen (el canal C5N; el diario Ambito Financiero). Incluso en radios de escaso o nulo alcance, pero que tienen domicilio en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
El Patagónico siente entonces las consecuencias de tener sus redacciones de papel y web, y su rotativa y demás equipos, a 1.800 kilómetros de distancia de su domicilio legal, ya que dentro de Indalo nuestra razón legal es IGD, con domicilio en la ciudad que tiene un barrio llamado Puerto Madero donde residían hasta no hace mucho sus propietarios.
En realidad lo que ha ocurrido con periodistas, reporteros gráficos, fotocomponedores, armadores, administrativos y técnicos de El Patagónico es lo mismo que les pasó a trabajadores de otras empresas del grupo que se dedicaban a actividades tan variadas como la construcción o el petróleo.
Ellos cumplieron sus responsabilidades cuando les garantizaban negocios con diferencias; dejaron de hacerlo cuando le vieron la verdadera cara al capitalismo sin prebendas.
En este caso también llegará –si no es que lo hizo ya- aquello de que la historia será el verdadero juez. Lástima que quienes debemos atravesar el presente tengamos que hacerlo en estas condiciones. Pero por fortuna, contamos con la solidaridad y el acompañamiento de lectores y anunciantes que nos conocen desde siempre; desde mucho antes de abril de 2011, el día que supuestamente se consolidaba un castillo que terminó siendo de naipes.