Javier Milei ama a sus perros, eso no es novedad. Pero de llegar a ganar en las elecciones presidenciales de octubre –o un eventual balotaje en noviembre- y convertirse en Presidente, el economista podría verse envuelto en un gran problema. ¿Por qué? Porque su atareada agenda podría jugarle una mala pasada a la hora de poder darle atención a sus mascotas.
Según se sabe, el candidato presidencial es dueño de Murray, Milton, Robert y Lucas, cuatro perros de la raza Mastín Inglés. Previamente tuvo a Conan, a quien decidió clonar tras su muerte. De hecho, la actual pareja de Fátima Flórez dice que puede hablar con su perrito fallecido mediante una médium.
El majestuoso Mastín Inglés es una raza de perro que destaca por su imponente presencia y su naturaleza leal. A pesar de su tamaño considerable, estos canes son amables gigantes que requieren una dosis generosa de atención, cariño y compañía por parte de sus dueños. De corazón tierno y afectuoso, esta raza merece cuidados especiales para garantizar su bienestar físico y emocional.
Una de las características más notables del Mastín Inglés es su necesidad de compañía constante. A pesar de su independencia relativa, estos perros son increíblemente sociales y tienen una fuerte afinidad por la interacción humana.
Ignorar sus necesidades de compañía puede tener consecuencias negativas en su estado mental. Si se sienten abandonados o desatendidos, podrían desarrollar ansiedad por separación, lo que podría manifestarse en conductas destructivas o inusuales.
Milei ha mantenido a los perros en una perrera en las afueras de Buenos Aires durante su campaña, pero diseñó su agenda para poder pasar tiempo con ellos.
Se estima que durante su posible mandato como Presidente de los argentinos, podría volver a planificar su agenda de manera similar. Es decir, para poder pasar tiempo con sus "hijos de cuatro patas" sin faltar a las obligaciones como "padre canino" ni como Presidente.
La raza de los perros de Javier Milei anhelan la cercanía y la conexión con sus dueños. Establecer una rutina que incluya momentos de juego, paseos y caricias es esencial para fortalecer el vínculo entre el dueño y el perro, además de mantener a raya cualquier sentimiento de abandono que pueda surgir.