La historia cinematográfica de Comodoro Rivadavia comenzó en la década de 1910. Uno de los primeros hitos tuvo lugar en 1915, cuando se filmó parte del documental norteamericano "A Trip To The Argentine", producido por Roy Chandler South American Pictures.
El trabajo tomó imágenes de los campamentos petroleros, donde hoy grandes salas de cine esperan ser restauradas para ser utilizadas como teatros, salones de actos o, por qué no, nuevas proyecciones de películas.
En el libro "Patagonia. Cinefilia del extremo austral del mundo", Juan Carlos Portas afirma que en 1917 tuvo lugar la primera exhibición de un film en la ciudad. Fue en el hotel El Aguila, propiedad del empresario Roque González, fundador de la primera cadena de cines de la Patagonia Sur y de diario El Patagónico, donde dos hombres de apellido Gil y Grillo presentaron su película.
En esa época, además de la sala de la avenida San Martín al 300, también funcionaba el Biógrafo Argentino, ubicado en Bartolomé Mitre y Brown; y el cine San Juan, un viejo galpón de la calle Pellegrini 837, ideado por el panadero español Angel Escudero.
Todos esos espacios hoy desaparecieron. Diferente fue la suerte que corrieron tres emblemáticas salas de cine que fueron construidas por compañías petroleras que hoy se encuentran en pie, pero prácticamente en desuso, luego de que fueron vendidas –en un caso cedida a una escuela salesiana– a otras instituciones que los mantuvieron por años hasta que los cambios de la sociedad obligaron a usarlas para otras actividades, hasta caer casi en su cierre definitivo.
En Astra, Diadema Argentina y el barrio General Mosconi, donde se construyó el Cine de YPF –en la actualidad teatro del colegio salesiano Deán Funes– las salas se mantienen casi intactas, formando parte del patrimonio histórico de la ciudad.
Según pudo confirmar El Patagónico en contacto con los administradores de estos sitios, hoy cada lugar atraviesa por una etapa de recuperación para ponerlos nuevamente en funcionamientos como salas de teatro, salón de actos u otro tipo de actividades que permitan aprovechar las estructuras de estos hermosos edificios.
ASTRA Y LA RECUPERACION
Günther Olbrich (79) y Héctor Ramos (73) aún recuerdan con nostalgia los años dorados del Cine de Astra, construido y administrado por la empresa extranjera que dio origen a ese campamento para el esparcimiento de sus empleados.
Günther fue administrativo durante quince años. Mientras que Héctor ofició de acomodador durante dos años, pero también como acompañante de su padre, quien fue uno de los operadores del histórico cine que hoy se encuentra intacto.
Mientras hablan, los recuerdos brotan con nostalgia. Günther rememora que en ese entonces las películas duraban entre 90 y 120 minutos, y en algunos se estilaba dividirlas en episodios. "Quizás un fin de semana se pasaban algunos capítulos y la otra semana la otra parte".
"Había distintas modalidades. A veces eran películas sábado y domingo. Luego sábado, domingo y miércoles, y llegó a haber sábado, domingo, martes y jueves. Cuatro funciones semanales, después había matiné los domingos. Venía el padre Corti cuando salía con el oratorio y después de jugar al fútbol los traía acá a ver cine", recuerda Gunther sobre lo que sucedía entre la década del '60 y el '70.
Néstor afirma que su padre, José Ramos, o uno de los otros operadores Alejandro Bijal, Camilo Ruarte, una vez que terminaban algunos capítulos lo llevaban rápidamente a otra de las salas de cine que funcionaba en la ciudad.
Era todo un trabajo compartido y conjunto administrado por Roque González, el distribuidor. Un ida y vuelta que dejó más de alguna anécdota, como cuando por una confusión con uno de los capitulo de "Sucesos Argentinos", el primer noticiero cinematográfico que se debía pasar en las salas por disposición del Gobierno, o cuando los espectadores que habían asistido a un cine de Río Gallegos no pudieron ver el último capítulo de "Más pobre que una laucha", protagonizado por Lolita Torres, porque se mezclaron las cintas.
El cine de Astra se inauguró en la década del 20 y aun hoy mantiene las antiguas máquinas proyectoras. Günther asegura que esas máquinas habían sido compradas por Roque González para el Cine Coliseo, que fue inaugurado en 1922. Sin embargo, al demorarse la llegada a la ciudad, el cine de Astra le cedió sus máquinas y luego el empresario les entregó las nuevas cuando llegaron.
Desde sus inicios el cine se convirtió en un lugar de esparcimiento para los habitantes del sector, pero también de Cañadón Perdido y Manantiales Behr. "Era la única distracción que tenía la gente acá", dice Néstor, quien recuerda que todos los actos de fin de año de la escuela se celebraban en ese lugar.
La época gloriosa se extendió hasta mediados de la década del '80, cuando se cerró. Para ese entonces, la compañía ya había dejado de administrar el barrio.
Desde entonces, el cine quedó cerrado y el salón de 200 butacas fue utilizado para actos, reuniones y obras de teatro. Tras el retiro definitivo de la compañía en la década del '90, la Sociedad Cooperativa Popular Limitada (SCPL) se quedó con las instalaciones y, en octubre de 2014, tras largas gestiones, la Biblioteca Popular de Astra, integrada por Cristina Nieva (presidente), Cristina Farías (secretaria), Marta Hary (tesorera), Alex Ventimiglia (1º vocal) y Mariela Garolini (2º vocal), pudo obtener un comodato.
Desde entonces la comisión intenta recuperarlo. "La intención es recuperar nuestra historia, hacerla conocer, reforzar la identidad y el sentido de pertenencia de los vecinos del barrio", explican al referirse a la restauración del edificio.
"Es indispensable poder contar con este espacio, ya que Comodoro ha crecido abismalmente desde sus inicios, pero los lugares previstos para dar a conocer la cultura y que tanto artistas como público puedan expresarse no crecieron en la misma proporción", agregan.
En 2015 la Biblioteca Popular realizó la primera etapa de la restauración con el cambio total del tendido eléctrico, obra que se pudo llevar a cabo en parte con la primera cuota que se obtuvo del programa Invertir Igualdad ($250.000), aunque se invirtieron aproximadamente $321.624.88.
Actualmente se espera el desembolso de la segunda cuota para poder continuar con la obra de los baños y habilitar el lugar. El objetivo es que el Cine de Astra pueda ser utilizado por los artistas y el público general como sala de teatro, espacio de conferencias, encuentros de coros y orquestas que permitan obtener fondos para mantener este símbolo de la historia del barrio.
DIADEMA, UN TRABAJO EMPIEZA
En Diadema Argentina también se está trabajando en la restauración de las antiguas instalaciones que hoy son propiedad de Covidiar, luego de que el 28 de octubre de 1970 Shell les vendiera todas las instalaciones del barrio a los vecinos en un hecho histórico para la provincia.
El trabajo comenzó con la restauración del club social que ya cuenta con habilitación comercial y próximamente comenzaría a funcionar para fiestas y otro tipo de eventos. El objetivo es que una vez que finalice esta obra comience la restauración del cine, un edificio emblemático que guarda consigo la esencia de la época, invitando a transportarse al pasado y sumergirse en la historia del barrio.
"Nosotros asumimos en 2011 y empezamos a restaurar el salón en 2012. Hay gente del consejo que ha invertido un montón de horas poniendo cables, baldosas, todo ad honorem. Pero acá es todo original, salvo el calefactor", cuenta Manuel Serón, actual presidente de Coovidiar, mientras junto a Maite Luque (tesorera de la cooperativa) muestra el salón del club social, previo a abrir las puertas del cine.
La sala de proyección y anfiteatro datan de 1933 y cuenta con más de 200 butacas divididas entre la planta baja y el primer piso, lugar destinado a los jefes de la compañía.
Es que en el pasado Diadema tenía una clara división jerárquica, recuerda Serón. "En el cine, el jefe iba arriba sentado en las butacas y el obrero abajo en silla de madera. Con el barrio sucedía lo mismo, la parte central donde están las instalaciones eran de los empleados de alta alcurnia y la zona de la iglesia para los obreros. En la década del '70 se comenzó a cambiar la cabeza".
El cine tenía dos funciones por semana, a veces más. Y tras la función muchos vecinos decidían continuar la noche en el club social, conectado por un pasillo, tal como sucedía en Astra con el histórico bar.
Además, según recuerda Serón, una vez por semana había películas gratis. "Yo venía en la década del '80. Me acuerdo que había dos funciones en la semana. Ponele que un viernes a la noche había película, salías y te quedabas en el club escuchando guitarra. Era lindo, pero de a poquito la tecnología nos pasó por arriba".
Luego de su cierre como cine el lugar siguió siendo utilizando principalmente para obras de teatro, asambleas y actos. Era tan importante la actividad teatral que incluso en 2000 se bautizó el escenario con el nombre de Alfredo Sadhi, histórico actor y director de la ciudad.
Ahora la intención de la actual gestión de Covidiar es recuperarlo. "Hemos tenido intenciones de ver cómo podríamos hacer para volver a reactivarlo aunque sea una vez por semana. Hasta hace poco se utilizaban las instalaciones ya que las escuelas las pedían para hacer actos. Pero como tiene problemas eléctricos ya no se usan".
"La idea es mantenerlo y restaurarlo. (Martín) Buzzi el año pasado había propuesto ayudar con la calefacción, pero nunca se recibió la plata y quedó ahí. Ahora queremos ver la posibilidad de lograrlo", sentenció, confirmando que también hubo gestiones para poder traer películas una vez por semana e incluso podría realizarse la próxima edición del Festival Corto Rodado.
DEL CINE DE YPF
AL DEAN FUNES
El teatro del colegio del Deán Funes lejos está hoy de ser pensado como un cine. Sin embargo, tambien guarda consigo una rica historia y en su época se lo conoció como el Cine de YPF.
Según cuenta la historia, el edificio original era un galpón de chapa y maderas. Sin embargo, en 1928 un incendio lo destruyó. Luego se construyó un edificio de material al lado del colegio Deán Funes, siendo todo un símbolo en el barrio donde se descubrió el petróleo.
Desde hace tres años también está siendo restaurado. Sin embargo, para poder completar su reacondicionamiento se está buscando apoyo económico, en este caso de la Fundación YPF, confirmó Mariela Quezada, directora del nivel secundario en el establecimiento.
"Estamos tramitando para que sea un patrimonio cultural y gestionar una restauración. En este momento ya no lo podemos prestar como hacíamos antes para que otros colegios puedan realizar su acto de fin de año, por el deterioro y el mantenimiento que no podemos afrontar. Entonces se está restringiendo el uso a los alumnos del colegio", explicó.
"Estamos en gestiones para ver si pudieran colaborar porque para nosotros es muy costoso. Ya hicimos el arreglo del escenario que se hizo nuevo, la readecuación del piso de manera, una salida de seguridad al patio y se arregló un baño. Son costos que los asume el colegio, pero también tenemos que mantener el gimnasio y otras instalaciones que nos obligan a hacer un orden de prioridad", admitió.
La esperanza de la directora y el resto de la comunidad educativa de este colegio es lograr obtener ayuda, tal como esperan en Astra y Diadema, las dos comunidades que resguardan parte del patrimonio histórico de la ciudad.
- 11 septiembre 2016