"Dejé entrar a la gente y después no me la pude sacar de encima"

Cuando comenzó el temporal de lluvia, José Luque le abrió las puertas de su hotel a los damnificados y llegó a albergar hasta 23 familias. Sin embargo, nunca imaginó que su gesto solidario le podía jugar en contra y hoy lamenta los destrozos que ocasionaron algunas familias y la extensa permanencia de otros que para él fue pura pérdida económica en un mes donde prácticamente no tuvo ingresos. "Yo simplemente dejé entrar a la gente y después no me la pude sacar de encima. Aguanté hasta donde pude", lamentó.
"Nada, ya fue", dice José Luque al referirse a la situación que le toca vivir hoy luego de albergar en forma solidaria en su hotel de avenida Kennedy al 3.000 a 23 familias del barrio Juan XXIII que resultaron afectadas por el temporal y que no en todo los casos le respondieron de la mejor manera.
Está resignado, afligido y confundido. Y ayer esperaba que se fueran las últimas ocho familias que permanecían en el hotel y que por lo menos le agradecieran por el tiempo de hospedaje. Es que algunos ni siquiera le estrecharon la mano cuando se fueron.
"Algunos me alcanzan a dar la mano, otros se van antes de verme por las dudas yo les quiera cobrar. Pero esto enseña porque a veces uno cree que tirar una soga, hace bien y se ve que no siempre es así", lamentó.
En una mesa del comedor del hotel, Luque le contó a El Patagónico que la estadía de los damnificados no fue del todo grata. Es que en los últimos días vio cómo se rompió una puerta, un espejo, una ventana, un televisor sin que nadie se hiciera cargo. “Ahí quedaron todas las cosas para que yo las vuelva a poner en funcionamiento”, acotó.
También recordó que ayudó a alimentar a las familias hasta el 11 de abril. Al otro día recién llegó la ayuda de la Municipalidad que le llevó fideos, harina, arroz, y también del Centro de Residentes Paraguayos que donó nueve bolsas de harina, pan y yerba, entre otros productos. Y que el resto de los alimentos, las especies y las carnes, las puso a disposición él, pensando que era la mejor forma de ayudar ante tamaña catástrofe.
“Yo simplemente deje entrar a la gente y después no me la pude sacar de encima. Aguanté hasta donde pude”, señaló. “Estamos sumergido en algo que fue sorprendente, como fue sorprendente todo lo que pasó: la cantidad de barro que todavía hay, siendo que día y noche están sacando camiones y camiones y sigue habiendo. Lo que pasó es impresionante y yo me encuentro ahí, y no sé desde dónde hasta donde uno colaboró; si valió la pena o no el tiempo dirá. Si alguien tiene que ayudar o no, no tengo idea, tal vez. No lo sé, estoy en un impasse en todo el sentido de la palabra. Pero que estamos quebrados, estamos quebrados”, sentenció.

VOLVER A EMPEZAR
Además de los cuantiosos gastos que tuvo durante este mes, contando gas, luz y demás servicios, José Luque también tuvo que costear sus propias pérdidas: camas, sillones, computadoras, equipos de telefonía y motores de heladeras comerciales que tuvo que mandar a reparar.
Es que el hotel por su ubicación estuvo aún más expuesto a las consecuencias del temporal, con más de 40 centímetros de barro y 40 de agua en su interior que cuatro camiones chupa con una capacidad de 11 mil litros se encargaron de sacar.
"Ahora estamos tratando de levantarnos, pero nos afecta la tierra y el viento porque afuera no se puede respirar. Tuvimos un mes sin facturar porque la gente no podía ver: no podían dejar los coches a tres o cuatro cuadras para venir acá", explicó José, quien admitió que
"económicamente es terrible, pero más terrible es para otras personas que solo tenían su casita".
El reconoce que "nosotros teníamos el comercio abajo, que fue afectado en su totalidad, pero teníamos las tres plantas intactas. Habrá que reponerse en cuatro o cinco meses. Tendrá que llegar alguna ayuda del gobierno municipal o nacional. No tengo la más mínima idea, pero siempre que llovió, paró".
No obstante, pese a todo lo negativo, el propietario del Hotel Luque decidió quedarse con los gestos solidarios que recibió. “Fue poca la gente que ayudó, pero los pocos que vinieron valieron la pena: una familia de barrio Saavedra trajo cinco pollitos; una señora del Centro, Mónica, también mandó una buena suma de dinero en mercadería; los Veteranos de Guerra trajeron dos veces mercadería; una iglesia trajo cosas de Bariloche; un club de rugby nos trajo cosas de Chile que habían mandado”, resumió, lamentando que se olvidaba de algunos otros ya que él considera que en la vida hay que ser agradecido.

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