Enfermera jubilada en el Hospital Regional, fue dirigente toda su vida. Su último lugar de militancia fue AJURPE, la organización de los jubilados estatales.
"Querida Prima Elsa Lofrano. Hoy 13 de Agosto un día de Elecciones como te gustaba y te gustó toda tu existencia, decidiste partir. Sorpresa Grande nos diste. Mis Condolencias a tu hijo Néstor Ricardo Mutio Lofrano, hijas Titina, Claudia y Natalia; nietos y nietas", posteó Elsa Llanquin.
Ariel Orlando Gamboa acotó: "Elsa nuestra querida compañera, guardiana de Evita y militante de fierro, todavía recuerdo cuando punteaba padrones en su quincho, con su enorme ayuda. Gran amiga de mi viejo que seguramente estarán allá arriba iluminándonos como acá. Un abrazo al cielo y las condolencias a Néstor Ricardo Mutio Lofrano y demas familiares".
Analía Verónica San Pablo de Santos señaló: "Elsa Lofrano: gracias x todo lo que hiciste en tu labor de enfermera y más x lo que hiciste x mi marido que gracias a vos hoy está entre nosotros, hoy partiste al cielo donde seguramente tenes guardado un lugar especial para vos, gracias mil gracias, Q.E.P.D".
En 2001, Elsa asumió como diputada nacional, pero lo suyo siempre fue el cara a cara con el vecino común, en el barrio o en Ajurpe, más allá del paso del tiempo y las dolencias que fueron llegando.
HERIDAS DE GUERRA
Como enfermera del Hospital Regional tuvo un protagonismo destacado a la hora de atender a los combatientes que llegaban desde las islas. El Patagónico publicó en alguna ocasión el siguiente texto: “Elsa Lofrano en ese entonces tenía 39 años y era supervisora del área de enfermería. La actual titular de AJURPE recordó para Diario Patagónico aquellos momentos en el marco del 30 aniversario de la guerra.
“Fuimos convocados todos los enfermeros. Se suspendieron los francos y las licencias, nos hicieron venir a todos. Nosotros estábamos acostumbrados a ver muertos, heridos de arma blanca, pero yo creo que ninguno de nosotros se ha recuperado del shock por ver tantos heridos, tanta tristeza y los chicos que lloraban”, contó.
“Los soldados habían pasado hambre y frío. Ellos decían ‘dénme comida quiero comer’, y tuvimos que darles de a poco porque si no se empezaban a descomponer, no les podíamos dar de golpe”, afirmó Lofrano.
Dos días después, por la sobrepoblación del hospital y ante la evolución de algunos jóvenes, se autorizó a que los internados pudieran ser derivados a los domicilios particulares de los enfermeros, a voluntad de cada profesional.
Antes del final una tienda les regaló a los heridos una sábana que decía ‘Recuerdo de Malvinas’, con las iniciales del hospital”.