El lenguaje en sí mismo no es masculino ni femenino, no es sexista ni excluyente, pero sí el uso que hacemos las personas de este. Así lo expresa la Guía para el uso de un Lenguaje no sexista e Igualitario del Congreso de la Nación, la que agrega: “se proyectan estereotipos aprendidos que responden a la construcción de modelos culturales androcéntricos que sitúan la mirada masculina como universal y generalizable a toda la humanidad”.
Entre los considerandos también se destaca: “el uso del género gramatical en nuestro idioma promueve el sexismo ya que mientras el femenino únicamente puede emplearse referido a las mujeres, el género masculino posee un doble valor: el específico, que nombra a los varones; y el genérico, que engloba tanto a mujeres como a hombres (ej. Los argentinos son todos iguales ante la ley; el hombre por la humanidad; los ciudadanos por la ciudadanía).
Como plantea el lingüista y lexicógrafo Santiago Kalinowski, no es un fenómeno de cambio lingüístico, sino que es un fenómeno discursivo que representa una lucha ideológica.
No se trata de cambiar la lengua; se trata de generar un cambio cultural, de convocar a la construcción de otro sistema de valores, otra forma de entender, de pensar y de representar al mundo. Así lo expresa el proyecto que propone, no sólo aplicarlo en la producción legislativa, sino sobre todo sensibilizar respecto de una temática vinculada a la inclusión al lograr una representación más igualitaria de la realidad.