La inmigración venezolana crece de manera lenta pero continua en Comodoro

Muchos vinieron escapando de la crisis social, económica y política que afecta a su país. Otros lo hicieron buscando simplemente un mejor porvenir o porque el destino les dio la posibilidad de emigrar. En la mayoría de los casos son profesionales que se insertaron en la industria del petróleo y se adaptaron al viento. También conocieron el frío del sur del continente y dejando de lado sus costumbres, familias y hábitos.
Comodoro Rivadavia ha sido históricamente una ciudad de inmigrantes. En las primeras décadas del siglo pasado fueron los europeos que vinieron escapando de las guerras, luego llegaron habitantes de países vecinos, inicialmente de Chile y en forma más reciente de Bolivia, Paraguay, Perú y también de República Dominicana.
Sin embargo, también hay otras pequeñas colectividades que no alcanzan el centenar de personas, que por una u otra causa eligieron esta ciudad para vivir. Uno de estos grupos es el de los inmigrantes venezolanos, quienes hace unos años comenzaron a llegar a Comodoro Rivadavia.
Ana Aguilar Pulido es una de ellas. En su caso vino junto a su esposo desde Maracay, una ciudad de la región central de ese país, que se encuentra a orillas de la cordillera y de la costa. "Vinimos con la referencia de mi cuñado que vino con trabajo", contó a El Patagónico.
"El trabaja en venta de maquinarias y la empresa cerró en Venezuela. La marca que él representaba tenía filiales en Argentina y Perú, y eligió esta opción. Entonces decidimos venirnos y probar suerte acá, buscando mejoras, estabilidad, seguridad, tranquilidad, tanto para ahora como para mis futuros hijos", comentó.
Ana, quien es técnica en marketing, trabajaba en su país en un banco y su esposo en ventas personales, pero la situación de crisis que atraviesa Venezuela fue una de las razones que los motivó a emigrar.
"Fue de todo un poco, ahorita Venezuela está viviendo una situación de crisis, tanto política como económica y social. No es algo cómodo, y económicamente el sueldo no te alcanza para nada", lamentó.
"La inseguridad que hay en el país es terrible: te pueden secuestrar, se pueden equivocar incluso, piensan que tienes un estatus distinto porque tienes un buen carro (automóvil) y van y te secuestran, y que pagues el rescate no te garantiza si vas a regresar vivo o muerto. También hay desabastecimiento, no se consiguen alimentos de primera necesidad, hay que hacer colas kilométricas para tener algo que te corresponde y que no es un lujo", resumió con resignación.
Con ella coincide Fernando Rivas, de 35 años, quien llegó de Maracaibo, una ciudad petrolera que se encuentra al oeste de ese país. "Era complicado vivir allá, quería un país más tranquilo, sobre todo pensando en el futuro. Entonces busqué un lugar que tenga una situación totalmente distinta". Dice que eligió la Argentina por sus flexibles políticas migratorias y por el desarrollo de la industria. "Tenía que buscar un país que combinara ambas cosas", resaltó.
Es que en su caso, Fernando es ingeniero en petróleo, en su país trabajaba para PDVSA, la estatal venezolana. Así cuando decidió emigrar primero lo hizo a Buenos Aires donde al mes consiguió un puesto laboral en una empresa que realizaba capacitaciones para petroleras. Luego le ofrecieron un trabajo en YPF y fue trasladado a Comodoro Rivadavia junto a su esposa -una comunicadora social especialista en marketing- y a su hijo. "Pensé que no iba a encontrar a nadie aquí, pero encontré compañeros que eran de Venezuela y luego a otros paisanos", rescata sobre sus primeros días en esta ciudad.

crecimiento
La inmigración venezolana es cada vez más frecuente en Argentina. Solo durante el primer semestre de 2015, según un informe basado en estadísticas de la Dirección Nacional de Migraciones, hubo un aumento de 202,84% en el número de radicaciones de personas de ese país en comparación con igual período de 2014. De esa forma, de 1.057 inmigrantes venezolanos en todo el país, pasaron a ser 3.201, aunque se trata de una cifra todavía baja respecto a otras colectividades.
Para quienes eligieron el sur para vivir lo más difícil del proceso de adaptación que debieron sobrellevar fue el clima, el frío, y principalmente el viento, algo en lo que coinciden todos, incluso Harald Schweitzer (25), quien añadió otro factor al cual le costó acostumbrarse: el poco tiempo de sol.
"Es algo muy raro para nosotros, por lo menos para mí levantarse con oscuridad y llegar a la casa con oscuridad", contrastó.
"Acá en invierno el sol sale a las 9:30 y se va a las 17:30, todo él día está al medio, ni siquiera es un solazo. Y allá todo el año hay como doce horas de sol, comienza el verano y sigue el verano, en el invierno entre comillas hay lluvia, pero hace calor", detalló con cierta nostalgia. Aunque reconoció: "es increíble pensar que estás viviendo al lado de pingüinos, lobos marinos, ballenas, personas que no habían visto en su vida la nieve".
En el caso de Harald, nativo de Caracas, llegó hace un año y siete meses de Estados Unidos, por un intercambio que le propuso la empresa para la cual trabaja. Las opciones eran México o Argentina y la elección está clara.
Ahora le queda poco tiempo en esta ciudad, y en dos o tres meses otra vez será trasladado, algo a lo que está acostumbrado, ya que en 1998 cuando cerró la aerolíneas Viasa, donde su padre trabajaba como piloto y junto a su familia debieron emigrar a Estados Unidos, desechando una segunda opción: China.
Para él sin duda la experiencia en esta ciudad ha sido buena, con gente que lo ha sabido recibir en su casa y que ha tratado de integrarlo al estilo de vida. También se ha adaptado gracias a la amistad que ha logrado cosechar con otros venezolanos, con quienes comparte la nostalgia por su país y las costumbres del ron y la cerveza.

"ECHARLE PICHON"
Quien de alguna manera ha hecho que estos vínculos crezcan fue Isabel Camacho (34 años) que tiene un comercio en el centro de la ciudad, donde sin quererlo han ingresado muchos compatriotas, con quienes luego ha seguido en contacto.
Así un día se le ocurrió crear un grupo de Whatsapp agregando a todos sus paisanos y juntos descubrieron que no están solos en esta fría y sureña parte del mundo. Hoy son más de 30 los venezolanos que forman parte de esta pequeña colectividad que de a poco comenzó a reunirse, gracias a Isabel, quien vive en Comodoro Rivadavia desde 2013 luego de haber vivido diez años en Buenos Aires.
En su caso ella llegó gracias a su hermana quien se casó con un argentino que conoció en Venezuela donde este trabajaba. De esa forma, cuando el hombre fue trasladado nuevamente al país ella vino a acompañarla. "Me dijo acompáñame que estoy sola, vine de vacaciones y todavía estoy de vacaciones", cuenta entre risas esta comerciante de amplia sonrisa y madre de dos niños.
Confiesa que ya se adaptó al país. "Estoy totalmente desarraigada de mi país y me hace bien mi gente. Muchos paisanos entran por casualidad al local a preguntar por algo y cuando escucho la tonada enseguida les hablo", reconoce con nostalgia aunque sabiendo que Comodoro es una ciudad de oportunidades.
"Es un sacrificio grande, pero lo vale porque lo que usted puede lograr acá no lo puede uno lograr en ninguna otra provincia según mi perspectiva de vida en el tiempo que tengo acá. Tenés más campo laboral porque el ingreso es más alto, tenés más posibilidades. El que viene y tiene ganas de laburar puede lograr un montón de cosas que en capital también, pero no es el mismo tiempo, el plazo es más largo", describió reflejando un poco el espíritu con que llegan los inmigrantes.
Es que como dice Ana "el venezolano no vino a pavear". "El venezolano que está acá se retiró de su país, de sus raíces, sus amigos, sus paisajes y, de cualquier cantidad de cosas que nos atan a Venezuela. Entonces vinimos acá a trabajar y echarle pichón", o que significa "remarla" o "ponerle ganas".
Sin embargo, más allá del bienestar para el inmigrante es difícil arraigarse. Esto lo siente en carne propia también Giset Lepe (25) quien llegó el 19 de diciembre junto a su marido que también fue trasladado desde su país Comodoro Rivadavia, y fue la última venezolana en llegar a estas tierras donde vienen a "echarle pichón" buscando un mejor porvenir, tal como hicieron otros miles y miles de inmigrantes de los más recónditos países que han aportado a engrandecer estas tierras.

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