El incendio en Epuyén, en el noroeste de Chubut, ha dejado una marca profunda en la comunidad. El fuego consumió más de 2.700 hectáreas de bosque nativo y afectó 200 casas, de las cuales 70 fueron completamente reducidas a cenizas. Pero además, llegó a la Escuela N 9, que sufrió importantes daños. Allí concurren 90 niños y niñas en jornada completa.
En medio de este difícil panorama, las maestras han demostrado una labor conmovedora, encarnando la vocación y el compromiso con sus alumnos y la comunidad en general. Luego del paso del fuego, comenzó con la reconstrucción del lugar y con la difícil tarea de acompañar en un momento crítico a los alumnos y familias.
Una vez declarada la emergencia ígnea, estos docentes tomaron la iniciativa de brindar no sólo material a los alumnos que perdieron todo, sino también emocional. A pesar del caos, Marisa Colinecul, bibliotecaria de la escuela, relató cómo la comunidad educativa se reúne para acudir casa por casa, ayudando a los alumnos que habían perdido todo, y asegurando que aquellos que aún conservan sus viviendas encuentren un refugio seguro en la escuela, donde pueden asistir durante seis horas diarias.
Además, compartió un emotivo relato sobre la contención brindada a las familias: “La idea es que se sientan contenidos porque están sufriendo. Los papás nos abrazamos y nos contuvimos mutuamente porque no es fácil. Le pedimos a la familia que vengan porque la escuela es para ellos, es de ellos, y son parte de nuestra familia”, expresó emocionada a Franco Pelaez, en una producción audiovisual.
“La directora nos llamó ayer y los niños nos juntamos en la escuela. Fuimos casa por casa a ver a nuestros alumnos que perdieron su vivienda y los que no igual porque todos son importantes, les explicamos que la escuela está abierta para ellos”, contó Marisa, destacando el compromiso de todo el equipo docente.
Mónica Matlaszuk, maestra de la escuela, expresó las emociones que atraviesan a los niños y docentes durante este tiempo crítico. “Tenemos tristeza y emoción porque pasamos un momento difícil. Sentíamos el dolor de la gente, de los chicos, y hoy cuando los chicos nos contaron que las explosiones (del fuego en el bosque) los angustiaban, era muy difícil”, afirmó.
La conexión emocional entre los estudiantes y sus maestras es intensa, convirtiéndose a la escuela en un refugio indispensable. “Es un vínculo muy fuerte con los chicos, y la escuela es su segunda casa. Cuando nos enteramos de algún niño afectado, nos comunicamos para estar atentos a lo que necesiten”, agregó Matlaszuk.
Mariela Aburto, directora de la Escuela 9, resaltó cómo ante la tragedia, su equipo ha encontrado formas de apoyo. “Para los chicos es importante que la escuela llegue. Eso nos reconforta y nos da más fuerza para seguir haciendo lo que nosotros planeamos, porque ante esta dificultad, hay que encontrarle una vuelta”, expresó.
Las maestras de la Escuela 9 de Epuyén continúan demostrando que la educación va más allá de las aulas, siendo un verdadero faro de acompañamiento en tiempos difíciles.