Cuando comenzó judo –en el Instituto Colihue de Olivos (CABA)- Pablo Saúl Cosentino nunca imaginó que su destino como docente de primaria lo llevaría a la Patagonia Neuquina, en los parajes más inhóspitos. Y que tampoco que el judo sería la herramienta para poder educar estudiantes en escuelas albergues, llegar a ser técnico de la selección de esa provincia y encontrar el motivo (Gilda Garnica) para radicarse ya jubilado en Comodoro y continuar promocionando el deporte y el bienestar personal.
“En marzo del 73’ empecé judo en el Instituto Colihue de Olivos (CABA), que fue una de las escuelas en sacar los primeros campeones nacionales como Lavalle. En tanto que formó buenos profesores como uno de los técnicos de Paula Pareto”, comenta Pablo Cosentino a El Patagónico.
Con el título de maestro primario, Pablo buscó nuevos rumbos. Primero en escuelas rurales y de albergue en la zona cercana a Junín de los Andes, para finalizar en una escuela similar en la ruta de los 7 lagos.
“Casi siempre ejercí de maestro rural en escuela albergues. Con una multiplicidad de alumnos de distintas edades. Así que además de darles clases, les enseñaba judo. De hecho el comisario del Dique Florentino Ameghino José Pailacura, fue uno de esos alumnos”, recuerda.
La docencia que ejercía no sólo como maestro de grado o director de escuela, sino también a través del judo, lo llevó a capacitarse como dirigente deportivo, hacer el instructorado de Yoga en la Universidad del Comahue e incursionar en el kurash que es una lucha tradicional a pie, originaria de Uzbekistán y Tatarstan. De hecho, el ser uno de los pioneros en la Argentina, lo llevó a esas tierras a competir con un alumno con todos los gastos pagos por el país anfitrión.
“En medio de la pandemia, me encontré dando clases virtuales de judo y me encontré con Gilda (Garnica) que ya la conocía de competencia interprovinciales, surgió el amor. Y me decidí venirme a vivir hace 3 años a Comodoro para seguir definiendo el deporte”, describe.
De Gilda, no solo él sino todo el mundo del judo, resalta su fuerza y resilencia para poder superar la pérdida de sus padres y seguir compitiendo.
Esa misma voluntad, los llevó a ambos a fundar la Unión Argentina de Artes Marciales. Y seguir dictando clases en el Club Nehuén (Avenida Roca 229). Y yoga en Green house (Av. San Martín 1212) de 14:30 a 16 horas los martes y jueves.