Christian Petersen, el chef que pelea por su vida

Mientras el famoso chef se encuentra internado en terapia intensiva, recordamos uno de sus momentos más comentados en su visita al programa de Juana Viale.

Christian Petersen se encuentra internado en terapia intensiva, desde el viernes 12 de diciembre, con pronóstico reservado. En ese contexto, antes de ser reconocido por su profesión de chef y su participación en programas como El Gran Premio de la Cocina, vivió una juventud marcada por la violencia y el enojo. Una etapa que, según sus propias palabras, lo definió y de la que emergió transformado.

Durante su adolescencia, las peleas callejeras y un profundo descontento con el mundo dominaron su día a día. En una reciente edición de Almorzando con Juana, el chef habló de su pasado problemático y de cómo casi se convierte en cura.

A los 10 años, Petersen enfrentó la muerte de su padre, una pérdida que lo sumió en una espiral de rabia. A los 15, ya era conocido en los alrededores de San Isidro como alguien que buscaba conflictos, enfrentándose a compañeros de diferentes colegios. “Estaba enojado con todo el mundo, me paraba en la esquina a ver quién quería pelear conmigo. Ahora tengo la paz de saber qué es la violencia, entonces trato de no llegar a eso”, confesó, recordando esos días difíciles. Su conducta, según relató, era un reflejo del dolor y la confusión que sentía al lidiar con la ausencia de su papá y las dificultades de su familia.

“Yo era un ‘tincho’ de San Isidro, con amigos y oportunidades, pero me agarraba a piñas todos los días; era un deporte para mí”, confesó. Según explicó, su adolescencia estuvo marcada por las riñas y una actitud conflictiva que fue problemática para él como para su entorno: “Era amigo de todas las pandillas y éramos bravos. Los rugbiers éramos complicados”. Christian remarcó sobre lo que pasaba su familia en ese momento: “Mi madre trabajaba todo el día y yo estaba enojado con la vida, entonces desde los 15 a los 17 viví momentos difíciles”.

La difícil juventud de Christian Petersen

Un quiebre de su vida fue cuando su madre se quedó sin trabajo y un sacerdote se acercó a la familia para brindarles ayuda. “Éramos tres hermanos que cuidábamos a nuestra madre. Cuando quedó sin trabajo el padre Montes, del Colegio Marín, le dio el primer comedor para que ella siga trabajando. Todos trabajamos en el colegio y yo empecé dándole de comer a los curas. Tuve un marco de educación, te mandan a estudiar, te dicen si querés ir a misa…”, rememoró.

“Empecé a ir a misa los viernes y me empezó a gustar. Y como soy productor y soy artista, dije ‘voy a ser cura, es genial’. Yo pensaba ‘estoy ahí, vestido de blanco, las chicas me van a mirar todas…”, lanzó, lo que generó la risa de todos los presentes en la mesa. Este no fue el único pensamiento que tuvo, ya que llegó a pensar en ser obispo de San Isidro.

Para explicar por qué decidió no seguir con el sacerdocio, resaltó: “Lo que me salvó fue que, cocinándole a muchos curas, en la nunciatura, a los cardenales, porque la cocina abre muchas puertas, empecé a pensar en la parte fea de la iglesia, porque ellos vivían quejándose”. “Ahora, después de tanto tiempo, no soy tan católico, pero sí creo en la buena gente y creo que la buena gente va a ganar, somos mayoría”, destacó.

Junto al cocinero y jurado de El Gran Premio de la Cocina estaban Nazarena Vélez y Barbie Vélez, madre e hija, Tuli Acosta y el periodista y abogado, especializado en derecho económico Daniel Malnatti, quien recordó cuando se robó un juego de saleros en su última visita al programa de Mirtha Legrand y los vendió en una reconocida plataforma de compra y venta.

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