El Mariscal que comenzó a jugar el partido de su vida

Desde la última línea del "Globo" llevó orden y claridad. Además de portar la cinta de capitán y enfrentar a los mejores como Maradona. Desde mediados de 2017 se le descubrió hepatitis C y cirrosis, que lo dejó sin hígado y en lista de espera de un trasplante. Sin embargo, Juan Carlos "Papa" Alvarez no desespera y le pone cuerpo y entrega al desafío que le toca protagonizar. El gimnasio del club lleva su nombre. Y el aliento de su gente, como en esas épocas que salía a la cancha, sigue intacto.

“Sino hubieras sido deportista, como mucho te quedaba un año de vida. La única solución es un trasplante de hígado”, así con los tapones de punta le salió al cruce el hepatólogo al “Papa” Alvarez (Juan Carlos, 66 años) cuando en febrero de 2017 viajó a Buenos Aires por problemas de salud.

Hepatitis C y cirrosis, fue el diagnóstico. El “Papa” Alvarez se bajoneó media hora. Sólo media hora, porque él sabe que a los partidos hay que jugarlos. Y se sale a la cancha (como en la vida) con actitud. Luego el resultado depende del esfuerzo del equipo y de una cuota de suerte.

“Lo primero que me surgió fue preguntarme ¿porque a mí? O sea, siempre me cuidé, fui medido en mi vida de deportista para poder llegar adonde quería llegar con Huracán (NdE: Junto al “Bocha” Rodríguez son los únicos dos jugadores genuinos del “Globo” en haber jugado los tres Nacionales). Pero todo eso me duró media hora. Ahora me toca jugar el partido más importante de mi vida, donde (como en la cancha) hay que salir a dar todo. Independientemente que el resultado no sea el esperado”, sostiene el “Papa” a El Patagónico en su hogar. Antes de partir el 13 de enero a una nueva “convocatoria” al Hospital Universitario Austral de Buenos Aires.

De esfuerzos y sacrificios, al “Papa” le sobra oficio. Criado en una humilde casa de piso de tierra cercano al municipal 1, Juan Carlos hizo del trabajo y el fútbol su forma de vida para poder vestir los colores del “Globo”. Y enfrentar a los mejores del fútbol nacional.

Tal vez por eso no pierde la calma, ni siquiera en la previa de esta entrevista, donde ayer por la mañana lo punzaron y le sacaron once litros de líquido del abdomen, dado que el hígado ya no le funciona. Y debe estar “diez puntos” en caso que surja un donante y tenga que viajar a Buenos Aires.

“Los partidos hay que jugarlos. En especial por lo que representan y por quienes me ‘bancan’ en esta. Por los que nunca dejan de alentar, en las buenas y en las malas. Yo con esto que pasó, me di cuenta de la infinidad de muestras de cariño que recibo a diario. Y por ello no hay que aflojar y bajar los brazos.

Además, tengo a mi señora Graciela que es mi mejor DT, yo me tengo mucha fe. Y creo que siempre se gana en la vida”, recalca.

SU NOMBRE

INMORTALIZADO

EN UN GIMNASIO

Cuando supo lo que tenía, Juan Carlos no esperó la derivación de la obra social. Y en agosto se fue a Buenos Aires por medios propios (todo el tratamiento se lo financia de su bolsillo). Y volvió sobre fines del año pasado, cuando la dirigencia y el mundo “Huracán” los esperaba con una sorpresa. Dado que decidieron poner su nombre al gimnasio que comienza a proyectarse como nueva infraestructura del club.

“Yo volví a Comodoro un día antes de la inauguración. Y algo me habían contado. Y como Huracán es mi segunda casa, no pude esperar y me fui a pegar una vuelta por la noche. Y ahí estaban los hinchas, pintando mi nombre en el frente del gimnasio. Y repito: yo no creo ser merecedor de tanto. Porque todo esto que me está pasando y todo el apoyo que recibo, todavía no lo puedo dimensionar”.

Estando en Buenos Aires, el “Papa” recibe más charlas médicas de especialistas que charlas de vestuario tuvo en su época de jugador. Al igual que él, en el hospital, encuentra cientos de personas en tratamiento a la espera de un trasplante.

“Una de las primeras veces en uno de los pasillos del hospital, un chico de mi barrio San Carlos (actual 9 de Julio) me reconoció y me llamó, se sacó el barbijo y me contó que estaba recién operado y en recuperación. Entonces, ahí me di cuenta que nunca hay que abandonar”.

Sabe que el desafío no es fácil. Hace ocho años, y jugando para los veteranos, le comenzó a doler la espalda. Ansioso, no esperó y viajó a Buenos Aires. El resultado fue una operación de espalda y doce clavos en la columna. Ni siquiera por eso, el “Papa” se tiró a menos, donde juega Alvarez quiere ser titular.

Jubilado hace un año, a Juan Carlos la enfermedad lo encontró una vez más en movimiento. Según los médicos, la hepatitis la tenía hace más de 40 años, y no se le había manifestado antes. Por ello, cuando lo hizo le dejó sin funcionar el hígado.

“Atando situaciones y cómo me pude haber contagiado, lo más lógico es que haya pasado en el club, cuando los jueves nos inyectaban las vitaminas. En esa época no había material descartable, y las jeringas se hervían y se reutilizaban. Es la única posibilidad de origen de contagio que encontramos. En especial, porque varios compañeros de esa época contrajeron la misma enfermedad. Aunque para algunos fue más leve que para otros”, confesó.

MANTERSE VIGENTE Y LA

BANDA QUE SIEMPRE ESTA

Así como en un partido puede suceder cualquier cosa, lo mismo le sucede al “Papa” Alvarez cuando viaja a Buenos Aires por estudios. A veces solo puede ser tratamientos ambulatorios. Y en otras ocasiones le toca quedar “concentrado” dentro del centro de salud.

“Tengo al mejor equipo médico detrás de mí. Y entre ellos al mejor hepatólogo que es el doctor Mendizábal, que es el number one del país. Después va en cada uno, porque tengo que seguir una dieta estricta a rajatabla. Y presentarme a cada examen médico o extracción de sangre. Por momentos te cansás, pero esto es como cuando quería salir entre los once iniciales de Huracán, donde sino estabas al pie del cañón y dabas todo en los entrenamientos, el fin de semana te tocaba comer banco”, reseña.

En Buenos Aires, Alvarez no conocía a nadie y necesitaba dadores de sangre. Apeló a un viejo amigo del campo de juego (Marcelo Sayago) y en pocos días eran casi medio centenar de personas dispuestas a ir a donar sangre.

“A medida que se fueron enterando por las redes de mi problema de salud, se me fueron acercando varios ex futbolistas. Incluso de la Asociación de Futbolistas Agremiados, porque Sergio Marchi jugó conmigo en Huracán”, describe.

Como no solo de fútbol vive el hombre. Y a un año de jubilarse en la industria petrolera, no son pocos los ex compañeros de trabajo que se acercan a visitarlo cuando está en forma ocasional en Comodoro (NdE: vive más en Buenos Aires haciéndose estudios en el Hospital ubicado en el barrio porteño de Pilar).

“Es algo hermoso que te vengan a visitar. Primero me llaman y me preguntan si hay algún problema. Y para mí no hay mayor premio que eso, que te vengan a ver. Mira, en el trabajo como en la cancha y con el equipo no siempre nos llevamos bien, sino sería muy hipócrita de mi parte. En el laburo la hemos pasado bien, mal y regular. Y siempre fuimos para adelante. Como en Huracán y como en la vida misma. Y esas son las verdaderas relaciones que perduran. Cuando los malos momentos o los cruces de palabras quedan en la cancha o en el trabajo. Y luego podemos juntarnos y compartir un asado o un mate. En el fútbol me pasó lo mismo, gente de Laprida, de USMA, de tantos equipos me llamaron para darme su apoyo. El “Chiqui” Navarro, Osvaldo Santana, tanta gente que vestimos camisetas distintas pero que a pesar de ello, dejamos la rivalidad en el campo de juego”, recalca.

La mayoría de los que los llaman les dicen casi lo mismo “Papa, si recibís tantas muestras de cariño es porque cosechaste eso con tu conducta como jugador, como dirigente y colaborador del club”.

Y Juan Carlos Alvarez, el que marcó a Maradona, Bochini, el “Beto” Alonso sentencia “no creo que me alcancen los años de vida para agradecer tantas muestras de cariño”.

DIEZ CUADRAS Y EL ARMADO DEL EQUIPO

En Pilar, y luego de cada examen médico diario, el Papa debe salir a “activar”. Por eso recorre las diez cuadras que lo separan del monoambiente que alquila caminando. En ese trayecto ya se hizo amigo del verdulero, del carnicero y los que tienen puestos de comida en el recorrido.

“Cómo tengo que comer sin sal y sin grasa. El carnicero me prepara a pedido cortes magros en la parrilla y hasta se ofrece a llevármelo al departamento. Una vez que le conté mi problema de salud. Lo mismo pasa con el verdulero y otras personas. Entonces cuando el ‘barba’ te pone tanta gente buena a disposición, es cuando más te tenés que convencer que no hay que abandonar”.

Los médicos le dicen que tiene un corazón de un pibe de 25 años. Solo resta mantenerse y ‘entrenar’ a la espera de un donante. Ya está en la lista del INCUCAI. El ‘Papa’ se tiene mucha fe, y no se achica con nada. No lo hizo cuando Huracán jugó con los grandes y el vestía la cinta de capitán. Muchos menos ahora que juega el partido de su vida.

“Acá hay que estar concentrado y preparado para cuando salga el trasplante. Me tengo mucha fe. Es cuestión de esperar y salir a ser protagonista de tu propia vida. Lo importante es dejar todo, por uno mismo y por los que uno tiene a su lado y que nunca dejaron de alentar. Además mis dos nietos son la motivación extra para no dejar de jugar”, sentenció.

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