Se trata de Raúl Anatoly Sidders, quien fue docente y sacerdote del Colegio San Vicente de Paúl, de La Plata y en mayo último fue trasladado a Misiones, donde aguarda ser nombrado capellán del Escuadrón XIII de Gendarmería Nacional en Puerto Iguazú.
El sacerdote es investigado por el fiscal platense Alvaro Garganta por el delito de abuso sexual agravado contra una mujer entre sus 11 y 14 años, cuando asistía al establecimiento.
Durante esta jornada, exalumnos y exalumnas y familiares dieron a conocer una carta en la que piden se investigue el accionar de Sidders "dentro de esta institución, en la que cumplió funciones entre los años 2002 y 2020, sometiendo a niños y niñas y adolescentes a numerosas situaciones de acoso, abuso y violencias"
"En particular, los testimonios reinciden es destacar la intromisión en la intimidad sexual de les alumnos y alumnas en el momento de la confesión y la incitación a determinadas prácticas sexuales, además del hostigamiento y el trato denigrante hacia mujeres y homosexuales", detalla la carta a la que accedió Télam.
Aseguran también que el sacerdote ejercía "un sistemático condicionamiento al desempeño de les docentes al frente de los cursos, en especial en lo referente a educación sexual, pero además en relación a diversas temáticas sobre las cuales impartía posiciones oscurantistas, agresivas y carentes de todo rigor científico".
"Se sumaba a ello un manifiesto desprecio hacia aquellas familias de menores ingresos económicos", denuncian, y expresan que "en ocasiones derivó en presiones al personal de la escuela y hasta en desvinculaciones de sus puestos de trabajo".
Advierten que recientemente, Sidders "ha sido trasladado a cumplir funciones como capellán de Gendarmería Nacional a Puerto Iguazú, en la provincia de Misiones, donde está en contacto con menores de edad que asisten a comedores comunitarios".
"Ellos están expuestos ahora a las mismas situaciones que padecieron por casi dos décadas les estudiantes del San Vicente de Paul. Por eso reclamamos que se investiguen las denuncias que se han realizado públicamente y se suspenda toda función en cargos de instituciones públicas o eclesiásticas", expresan.
Agregan que "quienes luego de años han podido vencer el temor, las presiones y procesar internamente lo que han padecido para formular acusaciones de notoria gravedad, merecen ser escuchados".
La mujer que hizo la denuncia contó que el sacerdote empezó a acosarla a los 11 años.
"En invierno, delante de todos, me hacía poner mis manos en los bolsillos de su sotana porque decía que yo tenía las manos frías, y me hacía sentir su erección", relató la joven a Prensa Obrera.
Contó que el sacerdote, durante la confesión, "me preguntaba si sabía masturbarme y como le decía que no, me explicó con sus dedos, sin tocarme, cómo tenía que hacer. Me sugirió que lo hiciera pensando en él y que en la próxima confesión le contara cómo me había sentido".
Según relataron otros ex alumnos varones a Prensa Obrera, el sacerdote era conocido como "Frasquito", porque los obligaba a masturbarse para guardarse su semen en un frasco.