De pequeño, cuando comenzaba a relacionarse con la pelota en las inferiores de Jorge Newbery, a Juan Encina (45 años, empleado municipal) lo obsesionaba llevar todo anotado, en especial las estadísticas por las cuales puede dar fe que del 85 al 94 se mantuvo como máximo goleador (150) de la historia del "Aeronauta". Todo a fuerza de su empeño como centro delantero y la compañía de Daniel "Paila" Delgado como cómplice.
En la actualidad se desempeña en el mismo puesto en los Master de Newbery, y sigue teniendo como coequiper en cada pared y jugada de peligro al "Paila" Delgado. Porque en definitiva se trata del amor por el fútbol y la pasión por los colores del "Lobo", esos mismos colores donde su hijo Mateo se destaca en la Novena, como volante por izquierda.
"Debuté en Primera un día antes de cumplir 17, no por bueno, sino porque Carlos Rodrigues armó otro equipo para el torneo local, dado que Newbery estaba en el viejo torneo Regional. De ahí tuve dos pasos por Tiro Federal con el gran Pedro Rodríguez ('92 y '94) a préstamo. Y luego me sumé al desaparecido Club Ceferino, cuando hizo su entrada en el torneo oficial desde la Liga de los Barrios", rememora.
El último paso por el fútbol oficial fueron unos meses en San Martín, en 2003, cuando el "Santo" entró a la Liga de Fútbol de Comodoro Rivadavia. Fue por invitación de Daniel Delgado. El mismo con el cual se conocen de toda la vida.
"Para mí, ya jugar con los colores del 'Lobo' es lo más increíble que me puede pasar. Al equipo lo sigo en el Federal B y todos los martes nos reunimos con los viejos en La Mata para jugar de cara al fin de semana. El fútbol en veteranos te da muchas gratificaciones. De hecho, ahora voy al Nacional de Paraná como refuerzo de Optica del Sur. Y es algo muy lindo también encontrar rivales de toda la vida, como en Huracán lo son Nelson "Morete" Amaya, Jorge Barría y Juan Velázquez", sostiene.
"Algunas cosas nunca cambian", sostiene Juan, que desde que tiene 13 años viene sintiendo las 'raspadas' que le da Juan Velázquez cada vez que lo marca en los clásicos.
"Todo queda en la cancha y lo vivimos de otra manera ahora. Estamos todos viejos y lo que hacemos lo hacemos por amor al fútbol y todo lo que el deporte nos dio", recalca.
Del Club Atlético Ceferino recuerda un equipo que supo ganarse un lugar en la Liga oficial y que por falta de solvencia económica y dirigentes dejó de existir en 2003.
"Jugábamos en el torneo Oficial B, con muchos chicos sin experiencia pero con mucha entrega. Por eso fue una pena que desapareciera", lamenta.
Fuera de la cancha, su "equipo" está formado por su esposa Anahí y sus hijos Melisa, Sol y Mateo. "Ellos me bancan, en especial en las lesiones que no me dejan jugar, como ahora, que tengo una contractura en la pierna izquierda y otra en el gemelo derecho. De hecho, apenas puedo caminar, pero no por eso dejo de ir a trabajar. Ahí también trato de no dejar detalles librados al azar, porque si no, me liquidan", concluye entre risas.
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Por Angel Romero
- 22 septiembre 2016