El nuevo planeta, que se distingue de la discusión sobre el regreso de Plutón a la categoría planetaria, tiene una masa estimada entre cinco y diez veces la de la Tierra. Su existencia fue inferida mediante el análisis del movimiento anómalo de objetos transneptunianos (TNOs), cuyas órbitas sugieren una influencia gravitacional que no se puede explicar sin la presencia de este nuevo cuerpo celeste.
El equipo de Batygin ha presentado pruebas sólidas basadas en el comportamiento orbital de los TNOs, que son cuerpos helados que orbitan en las regiones más distantes del Sistema Solar. Sin embargo, el nuevo planeta se encuentra tan alejado y refleja tan poca luz solar que sigue siendo indetectable con los telescopios actuales.
Para afrontar este reto, la NASA tiene planes para desarrollar un telescopio de última generación que permitirá explorar el cielo con mayor precisión y confirmar visualmente la existencia de este planeta.
Según las directrices de la Unión Astronómica Internacional (UAI), un objeto celeste debe cumplir tres criterios fundamentales para ser clasificado como planeta:
Órbita despejada: Debe dominar su órbita sin compartirla con otros cuerpos.
Masa suficiente: Necesita tener la masa necesaria para mantener una forma esférica bajo su propia gravedad.
Gravedad predominante: Su campo gravitacional debe ser lo suficientemente fuerte como para influir en los cuerpos cercanos.
Plutón, por ejemplo, fue desclasificado como planeta en 2006 porque no cumple con estos requisitos al compartir su órbita con otros cuerpos del cinturón de Kuiper.
El descubrimiento de este nuevo planeta no solo expande nuestras fronteras del conocimiento astronómico, sino que también plantea nuevas interrogantes sobre la formación y evolución del Sistema Solar. Confirmar su existencia será un paso fundamental para desentrañar los secretos que guardan los confines de nuestro vecindario cósmico.