"Los 90 nos generan culpa"

La década del 90 quedó cristalizada en el imaginario a través de sus rasgos adversos como la frivolización de la política, la corrupción y la explosión del consumo impulsada por la convertibilidad, aunque una observación minuciosa como la que propone el filósofo Tomás Balmaceda en su libro "Los 90" deja al descubierto una infinidad de matices que hacen justicia con esa época y lo revelan como un período con fenómenos de contracultura muy potentes.
Mientras el mundo comenzaba a sentir los primeros coletazos de la caída del Muro de Berlín, la Argentina se abría a un nuevo paradigma que embelesó a una mayoría con su promesa de ascenso social y acceso ilusorio a bienes y viajes: desde Susana Giménez a Xuxa, las rubias eclipsaban la pantalla de los televisores, los músicos más reconocidos incluían a Buenos Aires como escala indiscutible de sus giras mundiales y un político de ademanes campechanos conquistaba la presidencia a la vez que inauguraba una doctrina -el menemismo- permeable a la escena de esos años.
Con rigor histórico y pulso de cronista, Tomás Balmaceda reconstruye en "Los 90" (Ediciones B), ese abigarrado mosaico en el que desde la nostalgia y la perplejidad irrumpen episodios como la Ferrari Testarrosa que un empresario le obsequió a Carlos Menem -y que obró como la piedra basal de los episodios de corrupción que salpican ese decenio-, la contigüidad entre política y farándula, el raid de privatizaciones, el fútbol como espectáculo audiovisual y polémicas varias, como la que acompañó el desembarco de la banda Guns N' Roses a la Argentina.
"El calendario es caprichoso y no respeta el 'espíritu de la época' -apunta Balmaceda a Télam-. Se podría decir que la década del 90 arrancó el 1 de enero de 1992, cuando se puso en marcha la convertibilidad, y que culmina el 19 y 20 de diciembre de 2001, cuando ese modelo explota en manos de Fernando De la Rúa. Por otro lado, uno a veces necesita concatenar hechos que no sucedieron estrictamente uno detrás de otro pero cuyo significado se entiende vistos en contexto".
El autor, doctor en Filosofía, periodista, docente e investigador del CONICET recorre en esta obra hitos como el último alzamiento militar, los indultos a condenados por crímenes de lesa humanidad, los atentados contra la comunidad judí­a y el asesinato del fotógrafo José Luis Cabezas junto a otros de índole menos dramática como el boom de los nuevos ricos, los modos de hacer televisión; el escándalo del "diputrucho" y los vaivenes de Diego Maradona, entre otros.

- Télam: ¿A qué alude el subtítulo, "La época que amamos odiar"?
- Tomás Balmaceda: Comencé a imaginar este libro cuando en la campaña presidencial de 2015 escuchaba la amenaza "vuelven los 90", como si esa predicción fuera una suerte de maldición. Me parecí­a injusto, porque fue una década con sus páginas negras pero también con cosas rescatables. El "amamos odiarla" alude una época de bonanza, al menos hasta el año 1995, donde se hizo la vista gorda de un montón de sucesos (corrupción, aumento de la desocupación, pobreza). Cuando en 2001 esa bomba de tiempo explotó, todos nos sentimos culpables de no haberlo previsto.
Las denuncias de corrupción y las diferencias entre los que más tení­an y los que caí­an debajo de la línea de pobreza están presente desde los primeros meses del menemismo pero, sin embargo, hicieron falta varios años hasta que se volvieron un reclamo de la sociedad.

- T: La del 90, más que otra, fue una década bisagra para la sociedad argentina. ¿Algo de lo que ocurrió en estos años sirve para explicar los rasgos casi antagónicos de la década posterior?
- T.B: En la Argentina hubo en los últimos años una gran cantidad de trabajos y de personas que pensaron los 70 y, de algún modo, que también reflexionaron sobre los 80, que para los argentinos siempre fue un momento luminoso, porque es la década de la democracia, que clausura los años de plomo de la dictadura. Sin embargo, eso a veces oculta que los 80 se despidieron con mucha angustia y fragilidad para la sociedad, tanto a nivel económico como institucional y que los 90 trajeron tranquilidad y alivio.

- T: ¿Cuáles son los conceptos cruciales para entender la década?
- T.B: Creo que la convertibilidad es central para comprender todos los ámbitos de la década del 90, porque ordenó un paí­s en llamas pero a la vez condenó su futuro, junto con el carisma único de Carlos Menem, que fue una figura que agrupó a su alrededor a casi todos. Uno de los problemas de esos años es que son muy pocas las figuras -del espectáculo, del deporte, de la polí­tica- que no hayan gravitado en algún momento alrededor del presidente. Desde los Rolling Stone y Madonna a Scioli y Macri, todos tuvieron en algún momento un espacio compartido con él.

- T: Hay décadas que se caracterizan por los fenómenos de contracultura que generan, por ese foco reactivo a determinados hitos o procesos que dispara focos interesantes y miradas alternativas ¿Cómo se expresó esa contracultura en los 90?
- T.B: Uno de los rasgos de la década del 90, a diferencia del momento actual y la década pasada, es que la contracultura de los 90 fue muy rica y muy variada. Habí­a muchos más sitios de resistencia, con escenarios del "under" en todo el país en donde tocaban bandas como Las Pelotas o Babasónicos; experiencias como Ave Porco en donde la diversión y las formas alternativas de consumo escénico convivían.
Ciclos experimentales en televisión como "El Rayo" o "Cha cha cha" podían estar al aire sin tener rating... creo que mucho de lo que hoy es mainstream fue contracultura en esos años y fue mucho más rico de lo que tenemos hoy.

- T: El escenario económico que abre y cierra la década se instala como un deja vu que deja al descubierto el componente cíclico de la economía argentina: entre los dos extremos del gobierno menemista, hay corridas cambiarias, aumento del dólar, todas variables que resultan familiares por su proximidad temporal con el presente ¿Esos desajustes económicos estaban tan omnipresentes en la vida cotidiana como lo estuvieron después?

- T.B: Cuando uno analiza los í­ndices económicos, aparece primero la muerte del austral y la aparición de los pesos convertibles que traen alivio inmediato entre 1993 y 1995. A partir de ese momento se vuelve más dura la realidad y aumenta la desocupación. Más personas caen bajo la lí­nea de pobreza y el gobierno se ve obligado a maniobras como la venta de YPF. Yo creo que recién en 1997 la sociedad argentina comienza a ser consciente en forma completa de esta situación: la creación de la Alianza y las elecciones legislativas de ese año muestran por primera vez en casi una década un revés del menemismo. Pero hasta ese momento, los números indican que la sociedad no sentí­a los vaivenes económicos como problemáticos.

- T: La corrupción, parece un hilo conductor a lo largo de todos esos años ¿Cómo gravitaron la farandularización de la política y la corrupción recurrente de esos años sobre la sociedad?
- T.B: Me sorprendió ver que ya en 1991 estaba en la calle "Robo para la corona", con una investigación muy detallada de varios casos de corrupción de Menem por parte de Horacio Verbisky, o una serie de portadas de la revista Noticias de la editorial Perfil con casos a todas luces escandalosos.
Creo que la culpa que nos generan los 90 era que esa realidad estaba presente desde el comienzo y, como sociedad, la mayoría preferimos no verlo y seguir apoyando un modelo económicamente mejor. Eso va de la mano con la farandulización de la política: Menem se dio cuenta que la sociedad vení­a muy golpeada por el desencanto del cierre abrupto de la presidencia de Alfonsí­n y buscaba otros referentes, que él encontró en el deporte, con Daniel Scioli y Carlos Reutemann, o en celebridades como Ramón "Palito" Ortega.

Fuente:

Notas Relacionadas

Dejá tu comentario

Las Más Leídas del Patagónico