Praga: ciudad de cuentos, mitos y leyendas

Florencia Pichl, viajera

Llegamos a Praga en agosto del año 2014, es decir en pleno verano. Pese a las advertencias de que el clima sería extremadamente caluroso en esta época, la temperatura nos resultó ideal.
Esta ciudad que ha sido llamada "El París del Siglo XXI", se ha posicionado hace ya muchos años como una de las cinco ciudades más visitadas del mundo, lo cual se aprecia especialmente en el período estival.
También conocida como la ciudad dorada, Praga se ubica a orillas del río Moldava, siendo en la actualidad la capital de la República Checa. Su historia milenaria sin embargo, se remonta a los tiempos del pueblo celta. Solo en su historia "reciente", Praga fue antes capital del Reino de Bohemia y más tarde de Checoslovaquia. En el siglo XX, soportó las dos guerras mundiales, incluyendo la dictadura nazi, y tras la segunda guerra quedó dentro de la esfera de la influencia soviética. Después de la caída del Muro de Berlín, la ciudad se ha ido adaptando a la economía de mercado.
Comenzamos nuestro recorrido en la plaza de la ciudad vieja -Stare Mesto-, donde a primera vista se divisa la Torre del Ayuntamiento –municipio- y la Iglesia de Tyn. Allí esperamos junto a una multitud, a que el famoso reloj astronómico haga su "performance", la cual se repite cada hora, y de la cual no nos cansamos, a pesar de presenciarla cada vez que pasábamos por la plaza de camino al hotel.
La plaza está plagada de bares y restaurantes, donde pudimos degustar platos típicos como el particular goulash checo, y las tradicionales cervezas praguenses. Una excursión interesante para los amantes de la cerveza, es la que se realiza todas las noches, y durante la cual se pueden conocer las antiguas fábricas y algunas de las tabernas más clásicas.
Elegimos recorrer la ciudad íntegramente a pie, y en este plan realizamos varios "walking tours", que a cambio de un aporte voluntario (se estila sea de 12 euros aproximadamente), le permiten al turista tener un primer paneo de la ciudad.
A continuación atravesamos el Puente de Carlos, que comunica al barrio de Staré Mesto, con el de Malá Strana. Esta edificación es una de las atracciones más populares, en el cual además de apreciar las estatuas barrocas que custodian el puente, se puede disfrutar de la música de bandas callejeras. Mención aparte merece la estatua de San Juan Nepomuceno, que distinguimos con facilidad, al estar siempre rodeada de gente haciendo fila para tocar su pie y pedirle un deseo. Obviamente, nosotras pedimos los nuestros, incluyendo el de volver a esta ciudad de cuentos de hadas.
Luego seguimos subiendo hacia el imponente Castillo, formado por un complejo de torres, iglesias, museos, etc. Aquí encontraremos el famoso callejón del oro, también conocido como la calle de los alquimistas, debido a una leyenda que cuenta que se alojaron unos alquimistas que intentaron transformar el hierro en oro para el rey.
De regreso del castillo, descendiendo otra vez hacia Staré Mesto, casualmente nos cruzamos con el Monasterio de Strahov, donde por divina providencia probamos la que para nosotros fue la mejor cerveza del mundo, receta magistral de los monjes.
No puede dejar de visitarse el barrio judío de Josejov, con su mítico cementerio –allí decenas de tumbas se apilan una sobre otra, y que sirvió de escenario a la famosa novela de Humberto Eco-, y donde conoceremos la leyenda más contada de Praga, la del Golem.

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