En setiembre de 201, Ezequiel llegaba de su 1° iron man en Francia. Habló con su entrenador Martín Gurisich, se sentía desganado. Y redobló esfuerzos en los entrenamientos para recobrar su nivel.
Así, cuando estaba haciendo pasadas e iba en bicicleta por la rotonda de la 26, a la altura de VenVer, en dirección al centro y con viento a favor (a un promedio de velocidad de 45 km/h), Ezequiel tuvo un accidente de tránsito.
"Un camión me tocó el codo izquierdo que me llevó a la banquina donde había un auto estacionado. Me acuerdo que abrí los ojos y tenía quebrada las dos clavículas, dos vértebras, el omóplato y los pulmones colapsados porque me dificultaba respirar. Todo esto debajo del camión donde con la cabeza le había roto la parrilla y el paragolpe se lo desoldé con la bici", recuerda.
"Quedé mal y visité infinidad de doctores y estudios. Por suerte mi novia de entonces trabajaba en la obra social y me cubría todo. De parte de los profesionales me decían que no iba a volver a correr más.
Yo lo que veía es que se me ponían flacos los brazos y me estaba poniendo panzón. Como no me pusieron yeso, solo me recomendaban que descanse en cama hasta que los huesos suelden. Pero la cabeza quería competir y cuando mi novia se iba a trabajar colgaba la bici entre dos sillas contra la pared, me subía y le daba. A los dos meses estaba trotando, opté por hacerle caso a mi instinto (porque todos los médicos me decían cosas distintas). Iba todos los días a la pileta de nenes en Acuarium, me sentaba y solo movía los hombros. Ya en el verano estaba corriendo en Rada Tilly, por supuesto que terminaba último porque estaba por debajo del nivel. Pero sabía que si competía me iba a superar, porque en la cabeza nunca abandoné", sentenció.