Un comodorense ayuda a reconstruir la esperanza tras el desastre de la DANA en Valencia

Esteban Escobar, un joven de Comodoro Rivadavia radicado en Barcelona, se unió a voluntarios para ayudar a reconstruir hogares en Valencia, devastada por una de las peores tormentas del siglo. Su historia revaloriza la solidaridad y el esfuerzo colectivo en tiempos de crisis.

En septiembre de este año, la Comunidad Valenciana en España enfrentó una de las peores catástrofes meteorológicas de su historia. La DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) dejó un saldo de 231 personas fallecidas y miles de hogares destruidos. En este contexto, Esteban Escobar, un joven comodorense radicado en Barcelona que realiza trabajos de carpintería, decidió poner manos a la obra y ayudar.

“Todo comenzó con Miguel Santiago, el dueño de una empresa de vaciado de pisos. Desde el tercer día tras el desastre, él ya estaba en Valencia ayudando a restablecer servicios esenciales como electricidad y agua”, relató Esteban a El Patagónico.

Miguel llevó consigo herramientas y recursos adquiridos de su bolsillo, movilizando también a otros voluntarios. Su esfuerzo inicial se enfocó en comunidades afectadas donde la ayuda tardaba en llegar debido a la magnitud del desastre.

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Esteban se unió a la ayuda que habían empezado Miguel y su compañero de trabajo, Pablo Martínez. Viajó a la comuna de Picaña, un pueblo de 12 mil habitantes ubicado al sur oeste de Valencia, para sumarse a los esfuerzos de reconstrucción.

“Cuando llegamos, las calles estaban cubiertas de barro, los vehículos acumulados en las canchitas de fútbol y parques y muchas familias vivían en condiciones precarias, con colchones mojados cubiertos de plástico; adentro de sus casas destruidas o en otras casas menos destruidas”, explicó.

MANOS A LA OBRA

Su primera intervención fue en la casa de Manuela, una mujer mayor cuya vivienda había quedado inhabitable tras inundarse con tres metros de agua.

La casa de Manuela requirió un esfuerzo considerable: levantaron paredes, instalaron una nueva puerta principal, repararon el baño y reinstalaron la electricidad. “En dos días colocamos una cocina completa y funcional. Esto le devolvió a Manuela una sensación de normalidad”, comentó Esteban.

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La labor también incluyó habilitar cocinas y baños en otras viviendas de la comunidad, como la de Charo, amiga de Manuela, quien a pesar de haber perdido gran parte de sus pertenencias, se convirtió en un pilar para los voluntarios al proveerles comida, bebidas y apoyo emocional durante sus jornadas de trabajo.

“Ella era una fuente constante de energía y gratitud. A pesar de necesitar ayuda, siempre pensaba primero en los demás. Es muy loco porque en un momento alguien rechazó una cocina por el color y enseguida nos enteramos de que Charo necesitaba y en todo el tiempo compartido no había dicho ni pedido nada; entonces cuando rechazaron esa cocina enseguida fuimos a instalársela a Charo. Acá todos usan cocinas eléctricas; por eso era fundamental reestablecer la electricidad y el agua”, destacó Esteban.

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ORGANIZACIÓN Y EQUIPO

El equipo de voluntarios también tuvo que lidiar con la escasez de recursos y herramientas. “Miguel financió gran parte del trabajo con su propio dinero, y en varias ocasiones recurrimos a donaciones de conocidos y redes sociales para conseguir materiales y equipos. Cada euro que llegaba se destinaba a comprar herramientas o materiales necesarios para acelerar el trabajo”, explicó el joven que se halla radicado en España desde hace más de un año.

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La reconstrucción de dos casas completas, casi desde cero, requirió creatividad, dedicación y una organización precisa.

Escuchar las historias de las víctimas fue una de las experiencias más impactantes para Esteban. “Manuela me contó entre lágrimas que hubo momentos en los que deseó no haber sobrevivido. Ver su hogar destruido y enfrentarse a un futuro incierto era abrumador. Saber que nuestro esfuerzo hizo una diferencia en su vida y en la de otros es algo que no tiene precio”, comentó emocionado.

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Un detalle sobre lo grave y traumático de lo vivido es la aversión al agua que les ha generado a los damnificados: “Como te decía, lo primero y fundamental de reestablecer es el agua y la electricidad, pero hay mucha gente que no puede escuchar el ruido del agua o no pueden bañarse sin revivir todo lo que sufrieron; en la zona que estuvimos era prácticamente el epicentro, así que fue muy duro lo que vivieron”.

A pesar del trabajo realizado, Esteban Escobar asegura que la necesidad de ayuda sigue siendo inmensa. “El proceso de reconstrucción va a llevar años. Hay pueblos enteros, uno atrás del otro, totalmente destruidos. Se necesitan más personas dispuestas a colaborar, ya sea de manera voluntaria o profesionales. Se necesitan electricistas, cañistas, carpinteros. Muchas familias siguen viviendo en condiciones indignas, sin los servicios básicos para subsistir”.

Por este motivo este domingo Esteban está regresando a Valencia para continuar con la ayuda, en esta ocasión comenzará a trabajar de cero en la casa de una pareja de ancianos de 85 y 83 años. “Vamos a estar más o menos diez días realizando un trabajo integral”, concluyó.

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