“Nuestra ancla está puesta en el Cielo”, aclaró el arzobispo de Rosario, monseñor Eduardo Martin, aunque habló en las vísperas de la Pascua de Resurrección sobre la cruda realidad de su arquidiócesis: los sicarios, el tráfico de armas, las muertes de adolescentes, el juego online, los casinos, los planes sociales y el narcotráfico.
“Las bandas narcos es tremendo cómo lo arruinan todo; antes la pobreza tenía dignidad”, dijo. Y lamentó que los políticos “ya están todos pensando y enfocados en las elecciones del año que viene”.
A mediados del año pasado, Martin ya había alertado sobre la violencia urbana en Rosario cuando afirmó que el narcotráfico tenía una organización delictiva que superaba a la del Estado que lo tiene que combatir. Fue en una homilía en una jornada de ayuno y oración por la paz que se convocó por el mismo problema.
Esta semana, Martin retomó el tema después de hablar con un cura de parroquia que le contó que una de las víctimas de la violencia armada reciente es una mujer que iba a participar de la ceremonia del lavado de pies en uno de los barrios castigado por la violencia a causa del tráfico de drogas.
SICARIOS, VIOLENCIA Y MUERTE
En una entrevista con el periodista Hernán Funes, de Cadena 3 Rosario, el arzobispo de Rosario opinó que más que la situación social, “en Rosario lo que más aflige es la violencia urbana, sobre todo por la pérdida de vidas, las muertes de adolescentes víctimas de esa violencia, el tráfico de armas, los sicarios. Pasan los años y las cosas no mejoran”, lamentó.
“No hay una respuesta del Estado con un plan serio de búsqueda de solución de estos temas. No sé si se investiga el tráfico de armas, parece que hoy cualquiera tiene acceso a las armas de modo libre. Y que un niño esté con un arma es tremendo, está reflejando cuál es la situación. Expresa una cultura de la violencia, el que más vale es el que más poder de fuego tiene. Esto es muy triste”, expresó en un relato de la realidad que se vive cada día en su ciudad.
Apuntó que la función de la Iglesia es contener y dar un horizonte de fe con su presencia en los barrios, a través de las parroquias, Cáritas, las capillas, los centros de día y de vida, para tratar de cortar el circuito del narcotráfico, pero pareció desanimado ante los resultados de esa tarea: “Antes la pobreza tenía dignidad; hoy el tema del narco es tremendo como arruina todo”, sentenció.
PLANES SOCIALES Y TRABAJO
A la par del tema violencia urbana, el arzobispo de Rosario señaló que los piquetes y la conflictividad social que hay en el país “expresa un malestar” y se da “cuando las instancias normales no dan una respuesta o no funcionan” y revelan en general que “algo no está andando bien”.
Distinguió que las ayudas de la Iglesia a través de Cáritas, así como los planes de los gobiernos sirven para morigerar la situación social, pero reclamó que “lo que más falta es empleo digno, en blanco, la fuente de trabajo”.
En ese contexto pidió que los planes sociales de ayuda que entrega el gobierno “tienen que ser transitorios y son paliativos, pero nunca pueden ser lo definitivo”. Recordó que “una vez un sindicalista me dijo que pan sin trabajo es humillación y trabajo sin pan es explotación. Es una síntesis muy clara”, coincidió.
Y se explayó sobre ese punto: “Pan sin la correspondiente prestación de trabajo es humillante, porque es como decirle a una persona vos no servís para nada, no tenés nada que aportar al conjunto de la sociedad. Tus manos, tu inteligencia, tus capacidades no sirven, pero para que no te mueras de hambre te damos un poco para que comas. Cualquiera quiere ganar el pan con el sudor de su frente. Esto es lo digno, lo que corresponde”, opinó.
Propuso que todos los planes “tienen que ir caminando hacia propuestas de contraprestación de trabajo, por la misma dignidad de la persona, porque no podemos darnos el lujo de que haya argentinos que no tengan nada que aportar al conjunto de la sociedad”.
Se manifestó a favor de un plan de transformación de los planes sociales en trabajo. “Tiene que haber algún tipo de ruta que vaya en esa dirección, que hoy lo empiece este gobierno y mañana lo siga el que viene. Hay cosas que tienen que superar la confrontación de hoy”, deseó.
También fue crítico de la política argentina. “Ya están todos pensando en el año que viene, en la campaña. Están más enfocados en eso. Y para enfocar un diálogo y un acuerdo, que creo que es necesario, se necesita una grandeza de ánimo, superar mezquindades y especulaciones electorales. No sé si está dado el clima. Desde la Iglesia siempre bregamos por el diálogo como método de búsqueda de grandes acuerdos”, reiteró.
Destacó que los acuerdos que se propicien tienen que ser también a mediano plazo, tener metas comunes, y no solamente servir para resolver lo que va a pasar mañana. Y lo tienen que hacer las autoridades que están a cargo en cada nivel.
UN MENSAJE DE PASCUA
En medio de tantas lamentaciones, el arzobispo de Rosario alentó una mirada de esperanza que, aclaró, “no es desconocer la realidad ni es lo mismo que optimismo”.
“La esperanza es con mayúsculas. Nuestra ancla está puesta en el cielo, esa es la verdad, porque esta vida es transitoria. La Pascua es eso, la resurrección de Cristo, que nos salva y nos redime del pecado, que es el mal que tiene el ser humano, y que sólo no lo puede sacar, y de la muerte eterna. Nos da la esperanza de la vida eterna”, dijo.
“Tener el ancla puesta en la eternidad nos da la fuerza y una capacidad más grande para afrontar los problemas de cada día, no para huir, sino para tomar con mayor responsabilidad la tarea que a cada uno nos toca. Porque el más allá se conquista en el más acá”, afirmó.