A más de 3.000 kilómetros de Buenos Aires, Julio Argentino Roca construyó un establecimiento penitenciario alrededor del que se edificó una pequeña ciudad que es protagonista de “La cárcel del fin del mundo”, opera prima de Lucía Vasallo que esta semana se estrenó en el Espacio Incaa Gaumont.
Vassallo, que es egresada como directora de fotografía de la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (Enerc), dirigió cortos y también documentales para la televisión catalana -vivió una década en Barcelona-, antes de regresar a Buenos Aires y por casualidad viajar a Ushuaia, donde conoció al penal que a mediados del siglo 20 se convertiría en una base naval.
Con la idea de que ese lugar y su entorno podían ser tema de un documental, se acercó a los productores Lorena Muñoz y Benjamín Avila, que apostaron por el proyecto que poco después fue ganador del concurso Películas Digitales 2010, del Incaa y terminó convirtiéndose en la propuesta que finalmente llega a los cines.
Declarado de Interés por la Secretaria de Derechos Humanos de La Nación, el documental cuenta a partir de imágenes y testimonios, la historia del penal de Ushuaia, que durante casi medio siglo tuvo dos clases de detenidos, los “comunes”, asesinos, estafadores, ladrones y los presos políticos.
En sus primeros tiempos, toda Ushuaia era considerada una cárcel, y entre los presos comunes famosos estuvieron allí dos asesinos múltiples, Mateo Bank y Cayetano Santos Godino, apodado el Petiso Orejudo, y el anarquista Simón Radowitzky, entre otros.
También estuvieron detenidos en ese penal Honorio Pueyrredón, el ex presidente Héctor Campora, Ricardo Mosca, Rodolfo González Pacheco, el ex vicepresidente Elpidio González y José Mousó.
El último director del Penal fue Roberto Pettinatto, padre del músico rockero y conductor, quien cerró la cárcel en 1947, por orden del tres veces presidente Juan Domingo Perón.
“En 2008 fui como turista a visitar a una amiga que se había radicado en Ushuaia, y el lugar que me pareció muy diferente del resto de la geografía argentina”, reconoce la cineasta.
“Conocí la cárcel en la cual habían estado recluidos presos famosos pero también presos políticos, que fueron llevados allí en diferentes procesos de la historia argentina”, añadió.
La cineastas recordó que “era invierno y allí no tenés mucho para hacer, salvo algún deporte de invierno o ir a visitar la cárcel, y así fue que conocí ese lugar tan particular”.
“A partir de ese momento empecé a considerarla como un símbolo oculto de nuestra historia. Me pareció asombroso comprobar que prácticamente todos los documentos y archivos históricos de la misma se dañaron en una inundación o se había quemado en un incendio”, y así nació el documental que comienza con una versión abreviada de la pieza teatral que sirve para el recorrido turístico de la cárcel cuyos actores ofician, vestidos a rayas azules y amarillas, de guías.
“Me pareció que había allí mismo y en esas historias todavía no contadas por los hijos de muchos de los que fueron sus guardias y vigiladores, y eso me forzó a una investigación profunda, porque ya no quedan muchas voces relacionadas con el penal”, explicó.
Vasallo detalló que “hay hijos de carceleros que todavía guardan llaves de las celdas de la prisión, poesías, escritos, incluso una partitura de un tango escrito con música que le pase a Axel Kriger, autor de la música de mi película, que es el que se escucha en los títulos, y con todo eso fui armando un relato que es más un legado de lo que ocurrió allí”, asegura.
- 08 agosto 2014