Nigeria y Argentina jugaban un partido clave que les daba una chance para pasar a los octavos del Mundial de Rusia, pero mientras tanto, John Obi Mikel disputaba otro partido al mismo tiempo: el capitán de las Águilas Verdes se encontraba en la encrucijada de su vida.
El mediocampista del Tianjin TEDA iba de camino al Krestovsky Stadium de San Petersburgo cuando se enteró de que su padre había sido secuestrado. Le pidieron alrededor de 24.000 euros por su liberación.
Un familiar le dio el número de teléfono de los secuestradores, que, según reveló el jugador en The Guardian, le dieron una instrucción precisa al tiempo que le pedían un rescate."Recibí una llamada cuatro horas antes del inicio para contarme qué había pasado. Me dijeron que matarían instantáneamente a mi padre si informaba a las autoridades o se lo contaba a alguien".
Obi Mikel acató las órdenes. "Sólo un círculo muy reducido de mis amigos lo sabía. Tampoco quería discutirlo con el entrenador porque no quería que mi problema se convirtiera en una distracción para él o para el resto del equipo antes de un partido tan importante. Por mucho que quisiera discutirlo con el entrenador, no pude".
"Jugué mientras mi padre estaba en manos de bandidos. Tuve que suprimir el trauma. Estaba emocionalmente angustiado y tuve que tomar una decisión sobre si estaba mentalmente listo para jugar. Estaba confundido. No sabía qué hacer pero, al final, supe que no podía dejar 'tirados' a 180 millones de nigerianos. Tuve que apartarlo de mi cabeza e ir a representar a mi país primero".