Argentina se prepara para un nuevo "masivo adiós" de dimensiones históricas

Aunque restan detalles sobre cómo se organizará la despedida final a Diego Maradona en la Casa Rosada, Argentina encarará -en medio de la pandemia más letal del último siglo- un velatorio de dimensiones históricas que sólo encontrará comparación posible con las exequias de otras grandes figuras populares del país.

Esos grandes actos, marcados por el dolor y la congoja, sirvieron para que cientos de miles de personas, a través del tiempo, pudieran decirle adiós a figuras del deporte, de la cultura y de la política que habían sentido como propias y que se habían hecho querer.

Esa lista está compuesta mayoritariamente por varones políticos de la talla de Hipólito Yrigoyen, Juan Domingo Perón, Raúl Alfonsín y Néstor Kirchner, pero también se destacan dos cantantes, un boxeador y una mujer de la política: Carlos Gardel, Rodrigo Bueno y Eva Perón.

Cronológicamente hablando, el antecedente más lejano es el del expresidente y caudillo radical que murió el 3 de julio de 1933.

Cuentan las crónicas que el velatorio de "el Peludo" se extendió por tres días en su casa de la calle Sarmiento al 800 y que, al momento de trasladar el féretro al cementerio de La Recoleta, una multitud le arrebató el cajón a la guardia de los Granaderos para llevarlo "a pulso" hasta su morada final.

Gardel murió unos pocos años después en un accidente aéreo acontecido en Medellín, Colombia, pero el féretro tardó varios meses en llegar a Buenos Aires, con un insólito viaje en barco que primero se dirigió a Nueva York para luego enfilar hacia el Río de la Plata: ese derrotero no apagó el dolor argentino que lo despidió, entre silencios y tangos cantados a media voz en el Luna Park.

Eva Perón murió a los 33 años y la "Abanderada de los humildes" tuvo uno de los velatorios más grandes de la historia nacional, con una duración de más de dos semanas en la sede del Ministerio de Trabajo y Previsión, la actual Legislatura porteña.

Desde allí, el féretro fue dirigido en procesión y en un absoluto silencio hasta el Congreso Nacional y luego hasta la sede de la CGT en la calle Azopardo, donde se había previsto un mausoleo que sería custodiado por trabajadores.

Su esposo, Juan Perón, falleció varios años más tarde, en 1974, después de haber asumido por tercera vez la Presidencia de la Nación.

De aquellos días plomizos de julio se recuerdan las interminables filas en el Congreso, la postal de un soldado llorando al líder y las palabras del radical Ricardo Balbín: "Este viejo adversario despide a un amigo".

En lo que respecta al deporte, también puede citarse el caso del boxeador Carlos Monzón, muerto en un accidente automovilístico cuando regresaba al penal donde cumplía una pena por el asesinato de su pareja, Alicia Muñiz.

La crónica de aquellos días habla de 60 mil personas acompañando al cajón al cementerio de la ciudad de Santa Fe y a una muchedumbre que cantó el himno nacional unas 15 veces.

Ya entrado el siglo XXI, otro cantante murió en su apogeo y el mismo día que Gardel: el 24 de junio del 2000 fallecía en un accidente automovilístico el cuartetero Rodrigo Bueno.

El velatorio del "cordobés" se realizó durante varios días y bajo una lluvia torrencial en la municipalidad de Lanús, al sur del conurbano bonaerense, por donde desfilaron miles de fanáticos.

Raul Alfonsín murió el 31 de marzo de 2009 en su departamento de Buenos Aires y el primer presidente de la recuperación democrática tuvo como lugar de despedida el Congreso Nacional.

Poco tiempo antes, había sido homenajeado por la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien había encabezado el acto para disponer la escultura del político radical en el Salón de los Bustos de la Casa de Gobierno.

Se calcula que en esas exequias desfilaron cerca de 90 mil personas durante varios días por el Palacio Legislativo.

Finalmente, la más cercana de estas ceremonias ocurrió hace poco más de 10 años, luego de que el 27 de octubre de 2010 muriera, en El Calafate, el expresidente Néstor Kirchner.

En esa ocasión no sólo fueron miles de ciudadanos de a pie los que esperaron durante horas en Plaza de Mayo para dar su último adiós al político santacruceño, sino que además participaron 8 presidentes latinoamericanos, dirigentes políticos, sociales y artistas.

Más allá de las dimensiones que tendrá el velatorio, la despedida de Maradona tiene dimensiones épicas que trascenderán lo que se desarrolle en una capilla ardiente: es y será llorado como a los grandes ídolos populares, también en la intimidad de las casas, sea en Villa Fiorito, en Nápoles, o en cualquier lugar del mundo.

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