Caleta Olivia aislada, blindada, desolada y con escasez de agua

El paisaje urbano que por estos días refleja Caleta Olivia no es diferente al de otros pueblos y ciudades de baja densidad demográfica de todo el país debido a las prohibiciones que rigen por el aislamiento social, preventivo y obligatorio ante el avance de la enfermedad que castiga al mundo.

Calles desiertas de autos, semáforos activos que ya dejaron de tener sentido utilitario, veredas con escuálida circulación de peatones, plazas sin niños, decenas de sedes de organismos públicos, entidades bancarias y locales comerciales cerrados por no estar incluidos en la lista de sitios calificados como esenciales, forman parte de una fisonomía urbana que no tiene precedentes.

Hasta los perros callejeros parecen extrañar el paso de alguna motocicleta para poder ladrarles y por momentos el silencio urbano es tal que el aleteo de una paloma suena como un latigazo.

En este virtual paisaje surrealista la gente desapareció de la vía pública: las pocas personas que deambulan en solitario suelen llevar barbijos e incuso guantes de látex.

Solo suelen verse pequeñas concentraciones en los accesos a supermercados y algunas farmacias, manteniendo la prudente distancia recomendada por autoridades sanitarias.

Ahora la vida cotidiana trasunta en los hogares que, a pesar de disponer de televisión, internet y telefonía celular, parecen haberse transformado en miles de casas de Ana Frank para protegerse de un enemigo común, solo que esta vez –salvando las circunstancias históricas- ese enemigo no son los nazis, sino un virus invisible del cual no se sabe si ronda por esta zona.

Afuera, en las calles, frecuentemente se escuchan los altoparlantes de algún móvil patrullero por el que se repiten las normas de prohibición vigentes, ya sea en horarios diurnos como nocturnos.

Hasta llegó a escucharse a operadores del micrófono exigir a una vecina del San Martín que ingresara a su casa cuando en la noche del lunes ella salió a la vereda a depositar una bolsa en el cesto de residuos y a otra del 3 de Febrero cuando paseaba a su perro.

POR SI ALGO FALTABA

Con todo, es meritoria la fuerza de voluntad de la inmensa mayoría de los caletenses que acatan las directivas del nuevo marco de convivencia pública y también por el hecho de soportar otro periodo de escasez de agua potable debido a una nueva rotura del acueducto que proviene del Lago Musters, a la altura del arroyo La Mata, en Comodoro Rivadavia.

De hecho, a la Emergencia Sanitaria se le suma ahora otra Emergencia Hídrica que apenas puede ser compensada por el volumen que aportan los pozos de meseta y los dueños de los camiones cisternas particulares que en su mayoría venden los mil litros a razón de 400 pesos.

En tanto, la ciudad continúa prácticamente aislada y blindada por los estrictos controles en sus accesos en razón de que la policía solo permite el paso de camiones que transportan insumos básicos para esta y otras localidades santacruceñas.

Además, vigila que los automovilistas que no son de Caleta no se detengan en la ciudad, salvo para cargar combustible y de manera frecuente son escoltados por algún patrullero para verificar que se cumpla esa directiva.

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