María Agustina Fernández (19) yacía golpeada cuando llegó la Policía, convocada por el propio Pablo Demian Parra, un trabajador petrolero de 37 años vecino suyo. Dijo que la había invitado a cenar, pero antes tuvo que salir dejando a la chica sola en el departamento que alquilaba en el mismo edificio que ella, que había ido a Cipolletti para estudiar Medicina. Era oriunda de Santa Rosa.
Según el fiscal Martín Pezzetta, se pudo establecer que el crimen de Agustina Fernández en Cipolletti no fue un robo. Lo que pudo comprobar y deberá demostrar en el juicio es que hacia las 19 del pasado 2 de julio, Parra le dijo a la joven que se retiraría del domicilio para comprar algo para la cena.
Fue después de algunos minutos que regresó y la asesinó. Tras la agresión, el acusado volvió a retirarse del lugar y fue a distintos locales comerciales a comprar helado y cervezas. Esa fue la coartada.
Para llegar a esa conclusión, el fiscal se basó en un sinfín de evidencias. Por ejemplo, los rastros genéticos encontrados en la vivienda. Pezzetta aseguró que dentro del departamento sólo se halló ADN de Parra y de Fernández. “No se encontraron huellas de otras personas y el único rastro de calzado detectado en la mesa -que se usó para trepar el muro y entrar por el patio- es de Pablo Parra”, sostuvo.
Además, explicó que en el alambrado de la parte trasera del lugar se encontró una tela azul con rastros de Parra. Ese detalle se convertiría en una pieza clave que le permitió avanzar al fiscal. “La evidencia científica muestra que en las puertas de acceso no hay rastros de una tercera persona y en el movimiento de ingreso por el patio sí hay rastros de Parra”. Es más, los peritos encontraron muestras de ese retazo de tela sobre la ropa de la víctima.
Luego presuntamente fingió el robo. Tras dejarla prácticamente muerta, fue a buscar ropa, revolvió todo y en el medio dejó sangre en el cargador del celular de la víctima y en una remera. Después se fue por el mismo lugar por el que ingresó, dejó el alambre tirado con el trozo de tela azul y regresó al rato.
El fiscal planteó que Parra ingresó por el patio interno, sorteó el alambrado, se apoyó en una mesa, entró a su departamento, sorprendió a Agustina y la atacó. La joven, en ese momento quiso huir, pero el hombre presuntamente la tomó de un brazo y cerró la puerta de la vivienda de manera violenta. En esa acción, le fracturó dos dedos a la joven de 19 años. Esa lesión luego se comprobó en la autopsia. La atacó al tomarla de los pelos para posteriormente golpearla en el suelo con un objeto contundente sin filo. Producto de esas lesiones Agustina quedó gravemente herida y murió a los cinco días.
UNA OBSESIÓN FATAL
En su explicación de la evidencia que obtuvo, Pezzetta detalló el contexto previo que pudo conocer gracias a decenas de testimonios. Fue así que logró saber el tipo de relación entre víctima y el supuesto victimario previa al hecho. Fueron fundamentales en este sentido testigos obtenidos en La Pampa, a donde el fiscal viajó para indagar sobre la víctima y lo que permitió entender la intención del imputado. En este sentido hizo referencia a la ayuda que el hombre le habría prestado a la chica valiéndose de su condición de vulnerabilidad al encontrarse sola en Cipolletti.
Al ser una chica de otra ciudad, joven y sin mayores recursos más que los de una estudiante, Parra se habría aprovechado de esa situación para ofrecerle ayuda de todo tipo, con la intención de comenzar una relación. Con el correr de los meses, el hombre comenzó a obsesionarse con Agustina, aunque las intenciones de la estudiante jamás contemplaron esa posibilidad.
EL DESENCADENANTE
En ese marco, el fiscal descubrió un detalle escabroso. Según Pezzetta, Parra le regaló un anillo de compromiso e hizo reservas para viajar en pareja a San Martín de los Andes mientras ella tenía pasajes para viajar a Santa Rosa en esa misma fecha.
“El tenía una obsesión con ella, dijeron las testigos”, manifestó el funcionario, para luego contar lo que él cree que fue el detonante del femicidio.
Al parecer, la tarde del 2 de julio la joven había mantenido una relación sexual en su casa con un joven mozo de una cervecería al que había conocido justamente durante una salida con Parra. El fiscal contó que -según los vecinos- el encuentro se escuchó en el edificio. Y el empleado petrolero obviamente estuvo al tanto de todo lo que pasó, algo que lo habría enojado.
Parra en ese momento la esperó en la entrada del edificio luego de que concluyera su cita con el mozo y la invitó a cenar a las 19. Agustina aceptó sin sospechar que media hora después sufriría la descarga de furia de su vecino.
Parra fue imputado por femicidio cometido con alevosía y en principio la jueza de Garantías dispuso que permanezca en prisión 6 meses, hasta que concluya la investigación.