“Cuando juego bien me llaman ´el delantero belga´, en tanto que cuando no convierto goles, me llaman ´el chico de ascendencia congoleña´”, contó tiempo atrás Romelu Lukaku en una entrevista, criticando así a los medios y a la sociedad de Bélgica, un país que supo infundir miedo en el centro de África, cometiendo crímenes y esclavizando africanos.
Pero al jugador belga de 25 años, a pesar de dolerle la discriminación, no deja que esto lo afecte y tiene claro un objetivo: "mi meta siempre fue ser el mejor futbolista de la historia de Bélgica. No uno bueno ni uno grande. El mejor".
Hijo de un jugador de fútbol profesional de la segunda división nacido en Zaire, Lukaku decidió a los cinco años que su futuro sería grande. "Cuando tenía seis años supe que estábamos en la lona. Volví del colegio al mediodía y vi cómo mi mamá diluía la leche con agua para que nuestra comida diaria pudiese durar toda la semana".
El menú de su infancia era pan con leche. En la ciudad de Amberes, el trabajo era escaso y la mamá, el hermano y Romelu sobrevivían en la pobreza cuando se terminó la carrera profesional de su padre.
Las lágrimas de su madre fueron el click para ese niño. Y así comenzó un esfuerzo extraordinario para lucirse en cada partido de la primaria, en cada encuentro de su club barrial y en cada picadito en la plaza.
"De chico jugaba con mucho enojo por un montón de cosas... por las ratas que corrían por el departamento, porque no podía ver la Champions, por cómo los padres me miraban. Yo me sentía en una misión para triunfar y ser grande", le confesó conmovido Lukaku al medio The Players Tribune. Su objetivo era llegar a ser jugador profesional a los 16 años. Y lo logró 11 días después.
EN LUCHA PERMANENTE
Su esfuerzo lo llevaría a la gloria del fútbol europeo y un gran camino por las ligas mayores hasta llegar hoy en día a ser titular del Manchester United y un indiscutible de la Selección de Bélgica. Pero, sin embargo, siempre luchó y sigue luchando contra sus detractores que lo consideran un inmigrante en tierras del Primer Mundo.
Orgulloso de la nacionalidad de sus progenitores, es muy crítico de todos los padres que le pedían el documento para certificar que era belga en los picaditos barriales. Siempre lo miraron con asombro cuando se paraba del otro lado de la cancha para destruir las ilusiones de sus contrincantes, pero nunca se sintió menos por eso. "No me importa esa gente. Ellos no estaban cuando comía los cereales con agua porque no había leche. Si no estuvieron cuando yo realmente no tenía nada, no hay forma de que puedan entenderme".
Casualidades o no, Bélgica la única vez que llegó a una semifinal de un Mundial fue en México 1986, contra esa Argentina (2 a 0) de Diego Maradona imparable y en todo su esplendor que había impuesto un récord que rompió, 32 años después, nada más ni nada menos que Lukaku, ese joven discriminado que hoy se erige como uno de los ídolos belgas y quiere hacer historia. "A Rusia voy a divertirme”, dijo antes de ir al Mundial. Este martes tendrá ocasión de seguir haciéndolo, cuando enfrente a Francia en una de las semifinales.