No pueden quedar dudas a esta altura de la historia del deporte que en el alto rendimiento, ante tanta paridad que se aprecia a diario en los aspectos físico, técnico y táctico de un atleta individual o de un equipo, la diferencia entre dos caras que, muchas veces indefectiblemente puede llevar a una victoria o a una derrota, hay que buscarla en lo psicológico.
Los Pumas jugaron una ventana de junio para el olvido que, además de terminar con tres derrotas inapelables frente a versiones devaluadas de Gales y Escocia, tuvo su corolario con la renuncia de Daniel Hourcade a su cargo de entrenador. Sólo una semana después de perder con los escoceses en Resistencia, ofreciendo una imagen por momentos vergonzosa (dixit de los propios protagonistas), los mismos jugadores, vestidos de Jaguares, volvieron a exponer en el césped de Vélez que en el Super Rugby la historia se les hace bien distinta.
Está claro que se trata de diferentes tipos de juego. Que lo que se impone en un test match a veces poco tiene que ver con lo que se ve en el torneo de franquicias del hemisferio Sur.
Pero aún con esa salvedad también es una verdad absoluta, y no admite discusión alguna de que en apenas siete días Mario Ledesma y su staff pusieran el foco en la cabeza de un plantel golpeado con fiereza. Y Jaguares no dudó. Sus jugadores creyeron en ellos mismos. Así, el resultado estuvo a la vista.
Al cabo, el local se impuso por 25 a 14 ante Stormers para quedar a sólo un paso de una clasificación histórica a los playoffs del Super Rugby enhebrando, por si eso fuera poco, su séptimo triunfo consecutivo.
En el juego, aún sin ser un compendio de virtudes y aciertos, la franquicia argentina sacó ventajas contra un equipo sudafricano que, pese a lo lejos que está de su mejor nivel, tiene muy buenos jugadores. Entonces el punto de partida lo establecieron los forwards, quienes al principio se destacaron en las formaciones fijas (en el line robaron cuatro saques) y pusieron todo para, en el contacto, mantener el control de la pelota.
Hubo dos partes bien marcadas en el encuentro. Y ambos segmentos fueron divididos por el try de Guido Petti. En esos 14 minutos iniciales Jaguares fue un conjunto absolutamente concentrado, sin errores, sólido en la marca, picante con sus tres cuartos (gran definición de Gonzalo Delguy en la primera conquista) y oportuno para marcar en cada acción cercana al ingoal de Stormers. Después los visitantes mejoraron con sus delanteros y fueron prolijos. Y así, todo se equilibró. Claro que el ganador ya había establecido una buena distancia (15 puntos) en el marcador. Había que pelearla, en definitiva. No sería fácil. Y Jaguares no cedió.
De todos modos el desarrollo fue complicado porque, además, ese punto de contacto en el que Jaguares se había impuesto en el primer tramo del juego, ya no le fue favorable. Y con la pelota en su poder, Stormers se convirtió en un rival peligroso. Por eso, entre los errores de manejo de unos y la fiereza en el tackle de los otros (Lezana y De la Fuente, con 14 y 12 respectivamente, se destacaron en ese rubro), todo fue palo y palo.
La defensa, en definitiva, terminó ganando. Con jugadores que al final sintieron el esfuerzo de tanta exigencia, Jaguares superó quizá la última barrera que le quedaba antes de lograr el pasaporte a cuartos. Entonces fue un triunfo enorme por cómo venía el plantel. Y resultó, sobre todo, la victoria de la cabeza sobre el físico. O el éxito de la actitud sobre la fuerza, el talento y la planificación.