Tras los alegatos de las partes, Roberto Uriarte fue el primero en declarar en el juicio que se inició este martes contra cuatro hombres imputados por el secuestro y muerte de su hija Otoño, ocurrido en octubre de 2006 en Fernández Oro.
Cone, como lo apodan, con un semblante apagado que revela el golpe que le dio la vida, brindó un testimonio extenso, en el que fue describiendo las primeras horas de la desaparición de la adolescente de 16 años, hasta que encontraron su cuerpo en el canal principal de riego seis meses después.
Remarcó su decepción por la ineficacia de la investigación puesta de manifiesto en estos 18 años, tanto por parte de los policías que actuaron en un primer momento, como también por las autoridades judiciales, donde la causa pasó por vaivenes e irresoluciones en un expediente intrincado.
Lo que dijo Uriarte está en línea con la hipótesis que viene expresando su abogada querellante, Gabriela Prokopiw, quien sostiene que a la adolescente se la llevaron para explotarla sexualmente en prostíbulos y que los cuatro acusados: Maximiliano Manuel Lagos, Germán Ángel Antilaf, Néstor Ricardo Cau y José Hiram Jafri, cumplieron órdenes de alguien con mayor poder.
Sus críticas, con firmes rasgos de sospechas, apuntó al poco interés que demostraron los uniformados de la Comisaría 26, donde la noche en que desapareció la menor no le quisieron tomar la denuncia porque alegaron que tenían que pasar 48 horas. Solo pudo formalizar una exposición.
Pero además destacó que esa misma noche, al advertir que su hija no llegaba a su casa ubicada en la zona de chacras, observó en el sector sugestivamente y en dos oportunidades al único patrullero con que contaba la dependencia, una presencia inusual, según dijo.
Además, cuestionó el desempeño de quien era su jefe, el excomisario Ives Vallejos, quien notó que cuando hablaba con él adoptaba un tono “sarcástico”.
“Para él era un chiste lo que estaba pasando”, aseguró respecto a la postura que evidenciaba el uniformado, quien pese a las críticas pocos años después fue designado jefe de la Unidad Regional Quinta.
Incluso recordó que cuando aún no aparecía el cadáver y los días pasaban sin novedades y el caso era noticia nacional, recibieron un dato que indicaba que Otoño podría haber estado en un prostíbulo de San Martín de los Andes.
Con un allegado viajaron a la localidad neuquina, donde también manejaban esa información y la policía de esa provincia se preparaba para allanar al local nocturno apuntado.
Allí contaron con el acompañamiento de familiares de Natalia Ciccioli, la niña de 12 años que desapareció enero de 1994, y nunca más tuvieron noticias de ella.
Y sucedió que mientras esperaban a una prudente distancia que se realizara el operativo, se encontraron a Ives Vallejos que también había ido con otro sujeto de apellido “Vivanco”, y sugestivamente distribuían panfletos con la búsqueda de la jovencita.
Uriarte sostuvo que Vallejos fue detenido por la policía del lugar porque se encontraba fuera de su jurisdicción. Pero además su actitud fue interpretada como gesto para alertar que estaban rastreando a la desaparecida.
La jueza no daba respuestas ni los escuchaba
Su frustración por los resultados de la pesquisa también alcanzaron a la ex jueza María del Carmen García García, quien fue removida del cargo por el Consejo de la Magistratura, precisamente por su desempeño en este caso.
Recordó que en aquel momento mantenían una “relación bastante distante”, con las autoridades del juzgado, “por la forma en que se manejaban”.
Dijo que no les daban respuestas a sus inquietudes y las medidas que sugerían, dado que ellos también buscaban a la joven por decisión propia, no eran escuchadas.
Fue tal la suspicacia que le generaba las autoridades judiciales, que encontraron restos de un teléfono por un aviso de empleados rurales, que aseveran era el de Otoño, y que no lo comunicaron al juzgado.
Recién cuando tiempo después lograron un acercamiento, llevaron las piezas del celular al juzgado y se lo entregaron a Santiago Márquez Gauna, actual fiscal Jefe, quien era el secretario de García García, y quien fue convocado como testigo en el debate.
Uriarte manifestó que a esta altura quiere saber si los cuatro imputados son responsables del crimen de su hija. Pero aclaró que espera que se devele “toda la complicidad y encubrimiento que hubo en todos estos 18 años”.
Testimonio de la ex pareja y la hermana
En segundo lugar, declaró Ana Becerra, expareja de Roberto Uriarte. Tuvieron hijos en común y convivió con Otoño desde pequeña. Habló de la personalidad de Otoño, sociable, activa, amiguera, cariñosa y “enamoradiza” y como se desarrolló el día de la desaparición y las primeras horas de la búsqueda.
Lamentó que surgieron muchos comentarios maliciosos contra de ellos, como que golpeaban a sus hijos, que la hacían ejercer de prostituta a Otoño o que la habían entregado por una deuda del padre.
También comentó una hipótesis que introdujeron policías, entre ellas la pista de una secta liderada por el hermano de una chica llamada Tamara Rodríguez, conocida de Otoño.
Otro punto que remarcó fue que notaron irregularidades en la investigación, y que policías retirados que viven en Oro se ofrecieron a colaborar, pero que en la Comisaría no aceptaron la ayuda.
Entre los defensores hicieron hincapié en la bicicleta que utilizó esa mañana la joven, y que luego apareció en circunstancias no precisas.
Asimismo, señaló que la noche de la desaparición vecinos les contaron que habían visto un auto sospechoso en inmediaciones de la chacra que ocupaban.
Por último, declaró Silvia Uriarte, tía de la víctima. Colaboró en la búsqueda inicial. Contó que la joven le había contado que había un grupo de hombres que la molestaban. Dijo que con Becerra en una oportunidad fueron a conversar con la pareja de Antilaf. Dijo que la chica estaba enojada con él. Otras personas le comentaron que le había dicho que iba a tener mucho dinero y le iba a comprar una casa.
El juicio continuará este miércoles en doble turno. Están previstos 12 testigos.