Rodrigo Merlo, poder soñar otra historia

En plena crisis de 2001, el joven de Trelew llegaba a Comodoro para estudiar el Profesorado de Educación Física. Su padre ganaba 600 pesos mensuales contra 6 mil de la capital petrolera. De vender perfumes, panchos y rosas hasta ser el primer latino en doctorarse en Ciencias del Deporte por la Universidad de Baja California y ser parte del Consejo Mundial de Boxeo.

Sus amigos sostienen que tiene “menos tacto que un manco”, él como estudiante se define como un insoportable, porque todo lo pregunta y cuando es necesario también cuestiona.

Como sea, Rodrigo Merlo en 39 años de vida, y radicado en México, construyó un currículum que se podría sintetizar así: doctor en Educación y Ciencias del Deporte por la Universidad de Baja California (2009/2012) con mención honorifica por promedio (9,8); Posgrado en Entrenamiento de la Fuerza y la Potencia (2014) Universidad Católica de Córdoba; licenciado en Educación Física con Orientación en Ciencias del Ejercicio (2006/07) Universidad de Concepción del Uruguay. Y profesor de Educación Física (2001/05) por el Instituto Superior de Formación Docente 810.

Pero antes de eso, y de 4 libros publicados; 20 reconocimientos y menciones; 5 artículos de investigación científica; 5 libros de investigación y 16 artículos de divulgación científica, entre otros (para completar un CV de 30 páginas), Rodrigo era un joven que a los 16 años se iniciaba en el boxeo en Trelew. Y tras un paso por Ingeniería en su ciudad natal, llegaba a Comodoro Rivadavia en plena crisis de 2001 para estudiar el profesorado de Educación Física.

DE EPICO NADA

A Merlo le cuesta hablar de sí mismo, de hecho su ascenso a través del mundo académico y del terreno de los deportes de contacto lo pone a un nivel superlativo y reconocido, porque también es parte de la CMB (Consejo Mundial de Boxeo).

“Yo creo que lo mío no tiene nada de épico, solo hice lo que tenía que hacer con las herramientas que tenía a mi alcance y el apoyo de mi familia. Hoy en día, y con la pandemia, un montón de chicos tratan de seguir estudiando pese a las adversidades”, comenta vía Zoom, desde México, Rodrigo a El Patagónico.

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“Hacer lo que tenía que hacer” es lo que resume su historia de superación. “Había probado ingeniería en Trelew pero no me sentía a gusto. Y como hacía boxeo me interesé por el profesorado de Educación Física de Comodoro. Mi papá me dijo ‘andá a hacer el examen de ingreso, y vamos viendo’ y tuve suerte. Porque soy muy malo para los deportes, pero gracias al boxeo tenía una buena preparación física”, recuerda.

Con el acceso al Instituto, encontrar un lugar en las gamelas fue su primer lugar para vivir. Ahí conoció a otro estudiante de Trelew, Jorge Maya. Entonces, ambas familias se pusieron de acuerdo para conseguirles un lugar para alquilar.

“Conseguimos un alquiler en Km 5, un lugarcito que la verdad que no estaba bien. Era una casa de chapa que no estaba permitido para vivir. De donde está la biblioteca del barrio yendo para el mar. Luego Jorge dejó el profesorado. Vino mi hermana a estudiar Comunicación y nos mudamos primero a Las Orquídeas, luego Km 8 para volver a Km 5”.

Con los 600 pesos de su padre como sueldo, no alcanzaba el dinero que le podían enviar. Entonces Rodrigo salió a buscar trabajo.

“En la mayoría de los trabajos eran en horarios de cursada, entonces busqué los fines de semana en bares o ‘boliches’. Me acompañó otro compañero (Manuel Andrada) y fui a un lugar llamado ‘Hammer’ en Francia y Rivadavia, que era un antro de mala muerte”, recuerda.

Luego siguió Quo Vadis, cerca de la Catedral y a la postre en Caribean detrás de La Anónima del centro. Siempre como personal de seguridad y con la adrenalina al máximo.

“En esa esquina había un hombre que vendía rosas en fechas especiales y me invitó a sumarme. Se prendió y empezó por el ‘Día de la Madre’. Luego una amiga de Trelew vendía perfumes y me invitó a que sea revendedor en Comodoro. Fui a las escaleras de la Galería San Martín y mi profe de Gimnasia (Perla Salas) fue una de mis primeras clientas”.

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Hacer lo que tiene que hacer, sin tener ningún prejuicio de por medio, eso motivó a Merlo a ir por más (en especial porque no alcanzaba).

“El primer verano que volví a Trelew encontré trabajo en los boliches de Playa Unión, donde cocinaba en uno, limpiaba en otro y era repositor en un tercero. Pero eso no daba mucha plata”, describe.

La experiencia de unos hijos de un amigo de su padre fue la forma de recaudar dinero. Los hijos de un amigo de mi viejo (Chochó Godoy) habían estudiado en La Plata y se habían recibido (médica e ingeniero) y financiado vendiendo panchos. Entonces ‘Chochó’ nos prestó el carro de onda, licitamos el permiso y nos pusimos a vender en los veranos de Playa Unión”.

Como la venta dio resultado, el papá de Rodrigo consiguió una heladera vieja, la dio vuelta, le puso unos ejes e inauguró el flamante “Panchos Merlo’s”.

De esta manera, la venta de panchos de cada verano alcanzó para completar el profesorado y poder cursar la licenciatura en Rosario.

NARVAEZ Y SU INCURSION EN CHUBUT DEPORTES

Con el título de licenciado, Rodrigo Merlo se sumó al área de capacitaciones de Chubut Deportes. Y con el retorno de Omar Narváez a la provincia, gestionó la primera capacitación de clínicas de boxeo para Chubut. Pero la estabilidad laboral no estaba asegurada.

“Dimos las clínicas de boxeo con Narváez. Y luego integramos un equipo interdisciplinar que fue punta de lanza para otros deportes y para que el boxeo se sume a los Juegos Evita. Luego eso se elevó a nivel nacional. Salió de Chubut para la Argentina en 2008/09. Estando en Chubut Deportes pidió ayuda para seguir estudiando, la provincia me daba dos pasajes al mes, pero terminando la cursada, y con Mario Das Neves como candidato a presidente, todo el dinero se destinó a la campaña. Entonces renuncié y me fui a terminar mis estudios a Buenos Aires”.

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De alguna manera fue un volver a empezar. Merlo trabajó en gimnasios privados para poder completar su posgrado.

NADA QUE PERDER

“Terminé la maestría y me fijé que seguía y era el doctorado. Averigüé y había en distintos países de Latinoamérica. Y como no tenía nada que perder presenté los papeles y no esperé la situación ideal porque eso no ocurre nada”.

En ese entonces, Merlo le pagaba un auto a su padre (Siena 2008) y un amigo le había dado lugar en una pensión en Buenos Aires.

“Mi papá me dijo que me podía pagar el pasaje y que venda el auto que estaba pagando para poder juntar dinero. Eso hice y me vine a México, sin mucho conocimiento. En principio pensé que Guadalajara quedaba cerca de la Capital y no era así”.

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En tierras aztecas, le indicaron que tome el colectivo para ir hasta Guadalajara y una vez llegado recibió el primer consejo como turista.

“Bajé del colectivo y pregunté en la terminal de alguna pieza para quedarme y me dijeron ‘de acá para atrás ni se te ocurra ir porque es peligroso’. Así que les hice caso y caminé según las indicaciones, preguntando casa por casa. Así encontré una pieza”.

A los dos meses ya no tenía plata, pero había conseguido trabajo con Rafael Guzmán, quien le dio trabajo controlando a los púgiles y dándole permiso para que vaya a comer al centro de entrenamiento de los boxeadores aztecas.

“Cuando uno no se aprovecha de la gente y responde a lo que te solicitan, acá en México te ayudan. Así me fui haciendo. La gente de México es muy empática y te ayuda”, remarca.

BATALLAR Y DAR DE NUEVO

“Todos en algún momento de sus vidas se les complica y tienen que salir a batallar. Ejemplos sobran y yo tuve muchos compañeros que eran padres y seguían estudiando. En mi caso, fui el primer egresado como doctor en Ciencias del Deporte. Pero me volví a Argentina a trabajar dando seminarios por todo el país para poder pagar el doctorado (porque no es gratis y es en precio dólar). Cuando ya estaba por conseguir todo el dinero, en Argentina se devalúa el peso y pasa a 6 a 1 respecto al dólar. Entonces era mucho más lo que tenía para juntar para poder pagar el doctorado”, remarca.

De un día al otro, Merlo perdió la mitad de lo recaudo. ¿Qué hacer? Merlo escribió todos los seminarios para poder aplicarlo al boxeo y sacó su libro. Salió a venderlo y con ello pudo recaudar el dinero que faltaba pagar en la Universidad de Baja California.

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“Si vos me preguntás si fue el mejor doctorado, yo te digo que fue el único. Y yo fui el primer egresado de un doctorado que recién empezaba. Por eso ahora estoy cursando otro doctorado en la Universidad de Rio Janeiro (Brasil) con orientación en el descenso de peso en el rendimiento físico en los boxeadores”.

En lo económico, Merlo está bien. En lo laboral fue director de un instituto similar al 810 de Comodoro en México. Luego fue secretario académico del Consejo Mundial de Boxeo. Y en la actualidad tiene el mismo cargo en las artes marciales mixtas. Y trabaja en el Ministerio de Educación de México, desde donde implementaron los secundarios con orientación en distintos deportes para el país azteca.

En el plano del pugilismo, continúa como preparador físico de boxeadores profesionales. Y prefiere mantener ese bajo perfil.

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“Si uno pregunta por el preparador físico de algún campeón mundial, es probable que nadie sepa quién es. Y a mí me gusta así, el trabajo en silencio. Y dentro de eso poder hacer mis aportes. Lo lindo es que uno viaja, se aloja y come igual que el boxeador” recalca.

Así, de pensiones de mala muerte, de trabajar en antros y vender panchos, Rodrigo sigue construyendo su propia historia. Sin perder sus amistades y olvidar sus orígenes.

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