Las autoridades sanitarias establecieron una serie de medidas para disminuir el riesgo de contagio de COVID-19. Esto implicó, por ejemplo, que las filas se realizaran fuera de los establecimientos, que hubiera que llevar lapicera y que no se cerrara el sobre con saliva, además de llevar barbijo.
En este contexto, como algunas escuelas no estaban en condiciones para respetar los protocolos y no contaban con buenas condiciones edilicias, se decidió sumar nuevos escenarios como la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, La Rural, gimnasios municipales y clubes deportivos como Jorge Newbery.
Un ejemplo característico fue el gimnasio municipal 3, en el barrio Abásolo, donde votaron quienes antes lo hacían en las escuelas 209 y 218, así como en el Colegio San Juan Bosco. Se tomó esta decisión para que los establecimientos escolares no tuvieran tantas mesas y evitar el aglomeramiento de las personas. En el gimnasio en cuesitón se mantuvo un ritmo normal.
No ocurrió lo mismo en el Club Jorge Newbery, donde mucha gente comenzó a llegar antes del inicio de la votación porque debía dirigirse a sus puestos de trabajo. Los minutos pasaban y el portón de ingreso no se abría. La fila se hacía cada vez más extensa y los comentarios eran más coincidentes. “¿Y estos no van a abrir?”, se preguntaban una y otra vez.
Eran casi las 9 y no había señales de que las puertas se abrieran para dar paso a los electores. Entre el público se fijaban una y otra vez en la página del padrón electoral para verificar si les tocaba votar allí. Efectivamente, era el lugar indicado. Y la espera se tornaba insoportable.
Empezaron los chiflidos, silbidos y aplausos, algo que se repitió en otros establecimientos a lo largo de la jornada cuando se percibía una lentitud poco entendible.
Las quejas fueron opacadas algunos minutos por algún vocero: “todavía no llegan las autoridades de mesa”. Los silbidos volvieron con más intensidad.
Lo cierto es que después de una hora se abrió el portón y comenzó a ingresar la gente. Enojados, mostraban su DNI y depositaban su sobre en las urnas. No había un “gracias” ni un “hasta luego”. Muchos se fueron insultando por lo bajo. Es que el frío, la espera y llegar tarde al trabajo no es un combo que despierte entusiasmo.