Ya no hay gente acomodando sus productos en sus puestos. Ya no es imposible caminar ni volverse loco para encontrar un estacionamiento. La soledad se adueñó de La Saladita y la convirtió en un “cementerio” de estructuras metálicas. Solo hierros y piedras quedan del paseo de compras informal del barrio Quirno Costa hasta que pase la cuarentena.
Desde que se decretaron las medidas de prevención para evitar el avance del coronavirus, La Saladita fue cerrada. Los feriantes abandonaron sus estructuras metálicas con las cuales armaban sus puestos durante los fines de semana y feriados. Los dejaron allí a la espera de volver a usarlos cuando el COVID-19 ya no sea una amenaza.
“Esos fierros van a quedarse ahí hasta que alguien se avive y se los lleve”, alertó un vecino mientras esperaba ser atendido en una verdulería de la zona.
Pero eso es muy difícil que pase. Los mismos habitantes del sector, según contaron a El Patagónico, son los encargados que nada “desaparezca” de la zona. Quieren preservar el espíritu de una fuente de trabajo informal para cientos de comodorenses.
El coronavirus cambió la vida de los argentinos, pero parece que a La Saladita le sacó todo la vitalidad que tenía. Solo persisten unos pocos comercios establecidos (tres de ellos son verdulerías) que ahora acaparan todas las ventas que antes eran de los puesteros. “Uno viene porque es costumbre. Salís del trabajo y venís a comprar acá. Quizás ya no están los puestos, pero están las verdulerías que es casi lo mismo. La mejor fruta y verdura se consigue acá”, aseguró una vecina que miraba la zona desolada por el abandono.
UNA POSTAL QUE NO ACOSTUMBRA
La Saladita suele reunir una gran cantidad de gente. Estacionar se vuelve casi una misión imposible a tal punto que es muy difícil circular durante gran parte de las tardes del sábado y el domingo. Ahora, nada de eso pasa. Los clientes ya no se acercan a ese sector del Quirno Costa para comprar alimentos, ropa, elementos de bazar o algún producto de entretenimiento. Solo hay un pálido recuerdo de la gran feria informal de Comodoro.
Sin embargo, no todas son malas. Es que los comercios que estaban alrededor de La Saladita comenzaron a mejorar sus ventas, las que antes eran de los puesteros. En sus puertas hay largas filas de compradores en busca de frutas y verduras. “Tenemos muchas ventas ahora. Antes igual vendíamos, pero no con la intensidad de ahora. A nosotros nos vino bien que los feriantes se fueran porque podemos hacer nuestra diferencia”, contaron los comerciantes.
Los vecinos que viven alrededor de La Saladita ya no maldicen que un automovilista se estacionó en la entrada de su casa y pueden moverse sin ningún inconveniente. “Es raro no ver autos o escuchar los bocinazos. No parece La Saladita. No parece sábado. Es todo raro”, confiesa un habitante de la zona.
Es que el paseo informal de compras del Quirno Costa ha reducido en tiempos del coronavirus a solo un par de comercios a la espera de que vuelvan los feriantes que le daban vida y color en cada fin de semana.