En primera persona: tres por dos en cervezas y vinos espumantes

Ahora que tengo su atención quiero contarles que el resultado de mi hisopado dio negativo. No vendemos alcohol (por ahora). Tampoco habrá sorteos de facturas (tranquila Marta, quedaste anotada para el próximo sorteo que no sabemos cuándo vamos a realizar). Crónica desde el retorno a la calle.

Por J.A.O. (periodista de El Patagónico)

Buenas. ¿Cómo están? ¿Cómo los trata la tarde? Tengo que aclarar, una vez más, que no haremos sorteos de dos docenas de facturas. No sabemos si se hará más adelante pero, querida Marta Cadin, dejame decirte que ya estás participando de ese sorteo que no tiene fecha precisa.

No los culpo. Yo también he leído solamente el título de algunas notas, sigo de largo y me quedo con esa idea sin desarrollar. Es muy común. Es muy comodorense. Es muy argentino.

Hoy terminé mi aislamiento a partir de que mi hisopado fue negativo. Fue un alivio. Un verdadero alivio. Ahora queda saber qué fue esa picazón en la garganta. Cuando cortaron la llamada, me cambié y me fui a tomar el colectivo. Disfruté un ratito del sol y de sus rayos que no veía hace siete días.

Me tocó un día lindo para salir del aislamiento. Mis primeros pasos fueron con desconfianza. No me acostumbro a andar por mucho tiempo libre. Es como si me sintiera más seguro en el encierro.

Mientras bajaba por la Rivadavia, dudé varias veces en volver a encerrarme. Sentí mucho miedo cuando me cruzaba gente. Las esquivaba por más que tuvieran barbijos. Llegué a la España y traté de evitar pasar por la parada de colectivo. No quería cruzarme con nadie. Caminé por la San Martín con cierto recelo.

En la plaza de la Escuela 83 volvieron mis dudas. Sentía que el virus me podía agarrar. Ustedes dirán que estoy vendiendo humo o miedo, pero es lo que sentía después de estar una semana mirando todo desde la ventana. La casa de mi novia era mi cotidianeidad y mi mundo seguro que no se podía romper y enfrentarme, nuevamente, con la realidad es todo un reto. Quizás a muchos que les tocó aislarse o pelear contra la Covid 19 no lo viven así. Yo siento que debo volver a conocer Comodoro de nuevo (eso es algo lindo ¿no?).

En plena San Martín no me quedó otra que “apechugar”. Caminé lo más seguro que pude. Trataba de que no me ganara el miedo. Lo que más me sorprendió fue que intentaron tapar unos baches en la calle céntrica por excelencia (hay cosas que no cambian más). Creo que eso fue lo que me dio seguridad de que Comodoro no había cambiado mucho desde hace siete días. No, no es que me crea muy importante pero el encierro te cambia el panorama de la realidad. No sabes qué es lo que pasa mientras estás entre cuatro paredes pensando en el resultado de un estudio.

Llegué a la parada de colectivo de la Rivadavia con mucho nerviosismo. Amagué tomarme el colectivo dos o tres veces. Para ser sincero, fueron seis colectivos que pasaron y no me subí a ninguno. Volví a la radio donde trabajo. Dos horas tratando de agarrar coraje y volver a casa. No estaba incómodo en la casa de mi novia pero necesitaba ponerme un jean, elegir una remera y cambiar la campera que no lavaba hace una semana y que me abrigó cuando el sol comenzaba a esconderse. Ya se sabe, necesitaba mis cosas, mirar mi desorden y saludar los bichos que entran por mi ventana. Todo eso. Nada menos. Nada Más.

Di vueltas. Bajé una serie (Sí, yo bajo series. La vida no solo pasa por Neflí, caretas). Se hicieron las 15:45 y decidí abrir mi mochila para guardar mi máquina. Volví a la parada y me subí al colectivo. Subí con los ojos cerrados. Me puse los auriculares y el miedo se empezó a ir. Me puse contento. Miraba para todos lados. Trataba de recordar qué había cambiado en el recorrido de la Línea 2. No mucho, pero para mí era toda una maravilla.

Llegué al barrio. Me bajé en la parada de siempre y descubrí que abrieron un nuevo mercado. Me paré a verlo como 15 minutos. Llegando a mi cuadra, todos los perros que antes me salían a ladrar, esta vez me salieron a correr. Me reía mientras ellos amagaban con comerme un gemelo. Esas pequeñas cosas que ojalá nunca cambien.

Abrí la puerta y me reencontré con mi familia. El resto me lo guardo. Esto no es Facebook para contar intimidades (lo dice el tipo que durante siete días escribió todo lo que hacía y soñaba durante su aislamiento).

Les quiero agradecer por acompañarme de alguna u otra manera en este proceso. No sé si esta sección seguirá abierta. Lo bueno es que si sigue no será desde el encierro. Seguro será con miedo e incertidumbre, pero será desde la calle.

Abrazo. Pero manteniendo la distancia.

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