Pareto, el ejemplo: seguirá con los proyectos sociales de Braian Toledo

La Peque acordó con el programa social continuar con lo que hacía Braian, en honor a su amigo fallecido hace un mes. "No le llegaré ni a los talones, pero es mantener su legado", dice. También habla de cómo fue la cuarentena, volver al hospital, que se suspendan los Juegos y habla de lo que debemos aprender como sociedad ante la pandemia. "Esta es una oportunidad para hacer cosas, ayudar más", cree.

“¿Un mes ya de la muerte de Braian? Todavía no lo puedo creer. Me cuesta pensar que no está más, que no me lo voy a cruzar más en el CeNARD, que ya no voy a verlo ayudando gente, que no podremos ir juntos a los proyectos sociales. Fue terrible. Pasé de no poder creerlo a tener que aceptarlo. Pero, dentro de semejante desgracia, intentó encontrar lo único positivo que puede tener: aprender a vivir cada día, no quejarnos de llenos y continuar ayudando a la gente, como él hubiese querido”.

Paula Pareto hace un pequeño alto en su rutina en el Hospital de San Isidro para hablar de sus nuevos ejemplos por estos días. Porque más allá de sus múltiples hazañas deportivas, de la inspiración que genera verla mantenerse como una de las mejores judocas del mundo durante más de una década, la Peque terminó con su cuarentena obligatoria luego de viajar a Europa para competir en un torneo (que no disputó), se puso el delantal y se alistó para ir al frente contra el coronavirus. También donó sangre -algo que no había hecho en su vida por ser atleta de alto rendimiento- y, como si fuera poco, anunció que seguirá con los proyectos sociales que tenía Toledo, su amigo y colega fallecido el 27 de febrero. “Es lo que él hubiese querido. Sé que no le voy a llegar ni a los talones, porque su compromiso era total. Pero al menos quiero ayudar. Ya acordamos con la empresa Saint Gobain para tomar la posta de sus proyectos en el programa Huella. Hablé con Graciela del merendero Los Pepitos en Merlo y voy a seguir lo que empezó en la sociedad de fomento en Florencio Varela. Porque, además, es lo que quiere la familia de Braian. Su madre y hermanos saben que es lo que a él lo hacía feliz”, explica la doc.

Pareto y Toledo fueron, hace hasta un mes, compañeros de ese programa solidario que está por cumplir diez años, “dejando una huella en la sociedad que perdure en el tiempo”. Huella Saint Gobain nuclea a varios embajadores, la mayoría atletas olímpicos, que eligen un lugar a refaccionar y luego va la empresa y mejora la infraestructura con sus materiales. Justamente, hace cuatro meses, durante la recuperación de la lesión de Braian, ambos fueron juntos al merendero de Merlo que da de comer a 120 chicos. “Fue emocionante, como cada vez que visitamos estos lugares que tanto necesitan. Poder aportar nuestro granito de arena siempre es especial. Se ha convertido en una debilidad”, asegura Paulita, que en sus casi nueve años en el programa ha ayudado a clubes (gym de judo en Victoriano Arenas) y comedores, como uno en General Pacheco que alimenta a 200 chicos en situaciones de extrema vulnerabilidad. Ahora se pondrá al hombro el mejoramiento de esta sociedad de fomento que funciona como soporte de las otras instituciones educativas del barrio La Rotonda. Allí se realizan diferentes actividades recreativas (hóckey, boxeo y karate, entre otras) y de contención. Un predio muy grande, con muchas necesidades, que empezó a funcionar casi sin nada de infraestructura y hoy está en pleno crecimiento.

-Todo en honor a Braian. Qué lindo, ¿no?

-Y claro, si era una persona única, maravillosa en todo sentido, de otro mundo. Alguien que realmente hizo sacrificios extremos, pero se mantuvo con la mentalidad y la humildad para alcanzar sus metas. Por eso no tengo más que palabras de admiración. Cuando lo cruzaba, se lo decía. Y él me decía que me admiraba a mí. Qué loco, ¿no? Hablábamos mucho, era muy cálido, siempre queriendo saber cómo estaba tu familia, lo verdaderamente importante. Por eso era diferente. Y por eso su legado va mucho más allá de lo genio que era como deportista.

-¿Pudiste encontrar alguna explicación a lo que pasó? ¿Tenés alguna teoría, espiritual, lo que sea, o a estas cosas no se le encuentran explicaciones?

-No entra en ningún razonamiento. Yo prefiero no hacerme ninguna pregunta. Me quedó con la único positivo que pueda haber, el nunca saber cuál será nuestro último día. Algo así nos hace entender la importancia de aprovechar cada día, a quienes nos aman y no quejarnos de llenos. Te hace valorar todo, incluso un poco más. Lo intento tomar para ese lado, aunque igual es muy duro.

-Y lo más duro es que le pasó a él, que vivía pensando en ayudar al otro.

-Sí, tenía la permanente necesidad de ayudar, a cualquier día y hora, como cuentan a quienes ayudó. Lo llevaba en el alma, seguramente por su historia. Por eso Braian era inspirador en todo sentido, porque a la ayuda se sumaba lo que era como ejemplo de superación. Imaginate que, con todo lo que sufrió, tenía la excusa de dedicarse a otra cosa, a drogarse o robar, lo que fuera. Pero no. Nos deja la enseñanza que no importa donde nazcas, en qué contexto. Se puede, con valores y dedicación. Por suerte, él y nosotros encontramos a Saint Gobain, que desde hace años nos ayuda a ayudar. Sin la empresa sería imposible. Yo lo digo claramente: sola no podría hacerlo.

-¿Siempre fuiste así, de querer ayudar o se te despertó más de grande? Quizás ahora es más visible por las redes sociales.

-El que me conoce sabe que siempre fui así. Ahora, con las redes, se ve más lo que uno siente y cómo actúa. Pero toda la vida me gustó pensar en el otro, colaborar y trabajar en equipo. Y creo que en estos momentos es todavía más importante, ser solidario. Esta pandemia, puntualmente, nos da oportunidades de hacer cosas, de poner el pecho y ayudar a las autoridades. Y, además, por otro lado, están las personas como Braian que nos marcan el camino.

A los 34 años, Pareto dice y hace. Y por ambas cosas, además de su éxito deportivo, se ha convertido en referente. Hace 20 días viajó a Rusia para un torneo importante (Grand Slam), que le permitiría regresar tras la operación en sus cervicales, pero la Federación lo canceló por el virus y debió volver sin nada. “No fue gran cosa, nada grave. Yo siempre soy de pensar que las cosas pasan por algo, así que no lo tomé con calma y por suerte no estuve expuesta como millones en Europa. Rusia es uno de los países con menos riesgo, estuve casi siempre en el hotel, luego la escala fue en Holanda –país con pocos contagios- y en los aeropuertos estuvimos muy poco. Sabía que no tenía el virus, pero hice la cuarentena como correspondía. Por mí y por los otros”, explica.

-¿Cómo es una cuarentena para alguien tan intensa, que usa casi todas las horas del día? Por tus redes te vimos creando ejercicios, entrenando igual, haciendo de todo.

-Sí, no la sufrí para nada. Aproveché para hacer otras cosas, disfruté la casa y me entrené igual, en doble turno. Me puse al día para ordenar, limpiar a fondo, leer libros recomendados, actualizarme con estudios de medicina, hacer meditación y reencontrarme conmigo misma. Me organizaba como habitualmente hago: a tal hora limpiaba, a tal leía y así con todo. También comí sano, que es algo que habitualmente no puedo hacer en el ‘hospi’. Los 14 días se me pasaron rápido.

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